Fiesta pagana psicodélica
Por Jorge Le Brun
Participó en más de 281
producciones desde 1948; especializado en el género del terror del que fue
bastante tiempo encasillado por culpa del más famoso de los vampiros; distinguido
principalmente por su profunda voz, y menos conocido por su gusto y
participación con bandas de heavy metal; Christopher Lee descansa en paz desde
hace algunos meses; su carrera fílmica fue memorable pero irregular; hay de
todo, papeles de poca monta, taquilleras, pero no trabajó mucho el tradicional drama,
salvo algunas excepciones. A principios de los 70s, hastiado de Drácula, formó
un equipo de trabajo con el productor Peter Snell y el guionista Anthony
Shaffer con la esperanza de lograr conformar un proyecto de interés mutuo. Para
beneficio de todos, Shaffer tenía comprada la novela Ritual (David Pinner 1967) y estaba trabajando ya en su guion, el cual
necesitó de algunas reuniones más, alcohol y la presencia del director Robin
Hardy para que la lluvia de ideas y la investigación en mitos paganos
concretará el proyecto. Así nació The Wicker
Man, película que en una entrevista para Total Film en 2005, Lee afirmó que
era la mejor en la que había trabajado.
Este filme de horror británico,
en verdad es inclasificable; en algunos momentos estrafalaria, los
estadounidenses le llamaron “el Citizen
Kane de las películas de horror” (la modestia de considerarse la vara que
mide todo de algunos norteamericanos) aunque la audiencia de la época le dio un
éxito moderado. François Rabelais escribió alguna vez sobre la "Abadía de
Thelema"; una especie comunidad ideal en donde el lema era "haz tu
voluntad"; es difícil saber hasta qué punto hacemos nosotros nuestra
voluntad libre de la inconciencia, pero quizá hay una gran voluntad en la
comunidad de una isla que decido ser pagana en la era cristiana y en los realizadores para construir
este carnavalesco y extravagante proyecto.
La película empieza con un
oficial de policía (Edward Woodward) que llega a una isla en una investigación;
el sargento Neil Howie recibe una carta anónima en la que se solicita su
presencia por el caso de una niña desaparecida ¿Qué podemos decir de este
personaje? Que en la actualidad sería un personaje totalmente inverosímil; se
trata de un célibe, cristiano y devoto de lo más militante ¿Y policía? ¿Entienden
lo que digo? Bueno, nuestro virginal amigo encuentra chocante estas tierras “thelematicas”
en donde descubre que la gente de la isla, decidió volver a sus raíces
culturales y teológicas; adorando a los dioses celtas u a otros paganos. El
comportamiento de los lugareños es bastante hermético y extraño; la investigación
de Howie se da muchos topes y lo único que le dejan claro en ese singular lugar
es que se aproxima el día de la cosecha.
No es el único tope que se
da nuestro galán virginal voluntario; el carácter desinhibido y promiscuo de
los isleños le es intolerable, así como las costumbres litúrgicas. La película
en muchas ocasiones te da más la sensación de ser de temática hippie que de
terror; la desnudez y liberalismo sexual que en ella se expresan, con danzas
psicodélicas, amor libre, el contacto y devoción de la naturaleza son de muchas
formas paralelos al legado de la contracultura a mediados de los 60s y los 70s;
y estamos hablando de una película que es verosímil con las costumbres de los celtas;
un paraíso inhóspito e inquietante donde también se realizan sacrificios
humanos. La atmósfera del film se construye en medio de un pueblo costero, de
viviendas modestas; escenarios que conjugan el empleo de locaciones que
conjuntan los espacios abiertos y cerrados; las calles pequeñas y los amplios
espacios de verde vegetación. Los personajes le dan un toque de oculto a estos
espacios abiertos, en los que esperas encontrar las respuestas. En ciertos
momentos acabas pensando que el oficial de policía incesante y horrorizado por
las costumbres de la comuna, proclamando su investigación a los cuatro vientos
y su devota fe cristiana es el verdadero monstruo; el contra peso de él son los
tipos con máscaras de animales.
Christopher Lee encarna al líder
de esta comunidad, Lord Summerisle, una suerte de Paul McCartney druida con
sabor escoces y rituales transvestistas. Personaje con un hilo de misterio en
su estrambótica presentación; este terrateniente y gobernador vive en una gran
mansión; está presente para dirigir en cada una de las reuniones y rituales de
la comunidad. El abuelo de este personaje es quien trajo de regreso el
paganismo; Summerisle menciona que “dios tuvo su oportunidad y falló”, indicando
una especie de crisis espiritual y psicológica que solo las viejas costumbres
pudieron saciar. La interpretación fue genial y no tiene nada que ver con el matriarcado
sádico que Nicolas Cage padece en el remake de 2006; tal vez se deba a la
profunda y
magnética voz de Lee. Otro isleño a destacar es la hija del dueño
del bar, Willow (Britt Ekland), una sensual mujer que tiene una de las escenas
más alucinantes de la película, cuando tienta al sargento Howie, cantándole desde
su habitación, mientras bailaba totalmente desnuda y tirando manotazos al aire
convirtiendo por momentos su propio trasero en tambor; la melodía es genial y
el erotismo emana con el juego de la pared que separa a los dos personajes.
Curiosamente Lee y Ekland coincidirían nuevamente un año después en la también
estrambótica pero ridícula película del 007, The Man with the Golden Gun, nuevamente el primero como el
antagonista y la segunda como la musa.
La musicalización en esta
película juega un papel importante, la mayoría de las grandes escenas son cubiertas
por melodías que en su mayoría no eran de los antiguos celtas si no
composiciones de Paul Giovanni; estás y sobre todo “la canción de Willow”
serían cubiertas posteriormente por grupos de rock. Christopher Lee es de los
que no quedó conformes con el montaje pues siempre afirmó que les cortaron 15
minutos que hubieran hecho muy superior el trabajo; y estamos hablando ya de un
filme de culto. Esta versión se perdió con los años pero aun así se le permitió
al director algunos años después hacer un director cutt donde aún faltan los
dichosos 15 minutos; el misterio continúa.
Finalmente, el tema
principal de la película es el choque entre dos cosmogonías religiosas; una
batalla entre dos voluntades místicas propuesta por el sargento Howie y Lord Summerisle;
una crítica a la sociedad occidental mayoritariamente cristiana y su
interacción con las minorías de otras costumbres que viven en su mundo. Howie
no podía aceptar que en su Inglaterra cristiana existiera esa comunidad y no
dudo en enfrentarlos en su propio territorio; aun así era un minúsculo e
insignificante pez nadando en un mar de diferentes creencias ¿Qué religión puede
contar así? Los ritos paganos basados en la naturaleza buscando la fertilidad
de la tierra eran entendidos como demoníacos para los cristiana y naturalmente
Howie era el intruso que quería quitarles su “precioso edén” a la comuna. La
película trata un poderoso tema de la historia de la humanidad; al no poderse
comprobar la existencia de los dioses de ninguna religión; el ganador de estas
disputas siempre será tan solo el que tenga los músculos para imponer su
doctrina a los demás; el poder no esta en el conocimiento si no en la legitimación de la violencia.
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