Oh,
Carol…
Por Víctor G. Gandara
Para desgracia de Polanski su carrera lleva un infortunado estigma. Por allá en 1968 se estrenó Rosemary’s Baby (o La semilla del diablo), película rodeada de polémica, mitos y leyendas, amén de eventos desafortunados. Un manjar para
especuladores esotéricos. Durante su rodaje en el edificio Dakota (donde tiempo después fuera
asesinado el legendario John Lennon), se suscitaron algunas manifestaciones
para que la filmación no se llevara a cabo o fuera suspendida, pues algunas escenas «revelarían secretos del
satanismo» que algunos grupos deseaban mantener «en
la sombra». Tremenda mofa, ¿no? Entre éstos se hallaba el mismísimo
Charles Manson y sus seguidores. Obviamente Don Polanski no suspendería su obra
por unos cuantos mamarrachos.
Un año luego del estreno ocurrió el perverso crimen que
ya «todos» conocemos, la actriz Sharon Tate (esposa de
Polanski y embarazada de ocho meses) fue asesinada junto a sus visitantes en
la casa del ausente director (quien estaba de viaje). ¿El culpable? aunque
Manson no estuvo presente durante el asesinato, se le considera autor
intelectual habiendo manipulado a sus seguidores, La Familia.
Así, Rosemary’s Baby se integra a la «Trilogía
del apartamento», compuesta también por El quimérico inquilino y la primera en aparecer: Repulsión. Esta última un
clásico del terror psicológico (TP). Aunque alguna vez me debatí eso de «terror psicológico», pues ¿qué terror no lo es? Pero hay una
diferencia grande entre aquel explícito y el tácito, entre el que echa toda la carne
al asador o el que sugiere: ése que sorba las emociones y enferma sutilmente al
espectador. El TP esboza los inhóspitos mentales de sus personajes. Miedos, fobias. Una fórmula que, bien planteada, contagia con
elegancia etérea al observador, incorporándolo en una atmósfera de inquietante
porvenir. Otra cara del suspense, quizá.
Repulsión (1965) es una película que acusaría de Lynchiana si ignorase que
el mismo David Lynch es quien tomó influencias de Polanski. Destacan además
esas tomas largas que dan naturalidad a la historia y
que, en lo particular, me parecen hipnóticas. Presenta algunas interesantes tomas en primer plano que resaltan la evolución de nuestra protgonista. Y en momentos, esa nerviosa sensación de no saber qué coño está
pasando.
Hablemos de Carol. Si en textos
pasados hablé de personajes atormentados, amigos míos, ésta es la jefa. Carol
(Oh, Carol) es una bella joven manicurista que vive con su hermana mayor en un
viejo apartamento. Donde el gordo del casero reclamasu renta, el bullicio estridente de la
calle… lo típico. Desde el primer cuadro esta chica muestra indicios de lo que sería su
odisea. Tímida, retraída. Luego esos miedos y
ansiedades. Fue interpretada por Catherine Deneauve.
Por Colin, un tipo que la conoce en algún punto
de la ciudad (y que luego la procuraría), corroboramos en ella una especie de
repulsión sexual o aversión por todo aquello del género opuesto, a nivel obsesivo. Esto manifiesto también hacia la pareja de su hermana (Michael), reclamándole su presencia en el apartamento, e incluso echando los artículos de
higiene del mismo a la basura. Y luego de concederle una cita a Colin, huye luegotras un beso que la impulsa a lavarse compulsivamente. Todo un caso, ¿no?
Ello se agudiza cuando su hermana va de viaje
con el Michael. El comportamiento de Carol, cada vez más evidente, preocupa
a sus allegados; pero ella parece no saber qué sucede. Se aísla; se sume en la
paranoia. Su evolución alcanza niveles esquizofrénicos. Y, aunque recurren
sueños de abuso sexual, podría decirse que su estado tiene otras vertientes. Su
morada: desastre. Un conejo estado de descomposición, listo para consumirse. Un reloj que nunca se calla. Paredes acechando, ruidos desquiciantes. Locura desembocando en abyección.
La fotografía y ambientación están logradas con maestría, el espectador podrá sentir la desesperación y sensaciones dignas del horror cinematográfico, sin recurrir a los recursos baratos que actualmente abundan en el cine del género.
La fotografía y ambientación están logradas con maestría, el espectador podrá sentir la desesperación y sensaciones dignas del horror cinematográfico, sin recurrir a los recursos baratos que actualmente abundan en el cine del género.
Repulsión
no es ese tipo de terror visual que a tantos atolondra, pero está excelentemente lograda. Imprescindible para los que aman el
cine de horror; recomendada para quienes disfrutan explorar esas películas que
zarandean los cabales. Y como yo, tal vez algunos, sin razón aparente, recuerden ese clásico hit del gran Chuck Berry: Oh Carol, don't let him steal your heart away.
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