31/10/15

Suspiria (Dario Argento 1977)

Bello rojo sangre

Por Jorge Le Brun


“Dios está en todas partes, el diablo en los detalles”
- Proverbio alemán


Hace ya bastante tiempo, cuando empezaba mi carrera universitaria, un sujeto llegó a una palapa de la universidad vendiendo libros. Había títulos bastante diversos, no era un ambulante cualquiera (¿existe alguno que lo sea?), había un título que me llamó la atención por su año y autor, el libro se llamaba Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, era de 1827 y, con unas letras más grandes que el título venía el nombre del autor, Thomas De Quincey. El vendedor me dijo que estaría unos días más, le pedí apartar unos 3 libros con la promesa de comprarle aunque sea 2 al día siguiente, el tipo accedió (o tuve la suerte de que nadie le interesara el título de que quería saber más). Investigue exclusivamente sobre el autor que se sugería importante en la portada pero que no figuraba en mi mapa amateur y hasta el día de hoy advenedizo; no tuve que buscar más, al día siguiente compré el dichoso libro.

Thomas De Quincey, es el más famoso drogadicto de la literatura inglesa; es lo que Charle Sheen pero con el opio; pero importantísimo para Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Charles Baudelaire, David Herbert Lawrence, Virginia Woolf, Paul Verlaine, Oscar Wilde y, sobre todo, Jorge Luis Borges, quien afirmó que De Quincey era el modelo perfecto de escritor. Lo cierto es que la vida del personaje lo hacía el típico villano de la literatura victoriana, e incluso el hizo a algunos de ellos héroes; otra diferencia con Sheen (bueno, hay muchísimas) radica en que el día de hoy el escritor es totalmente desconocido hasta en los círculos de su gremio, y es curioso que a su vez sea influencia de gigantes literarios. La influencia del escritor es más grande de lo que parece, él propuso que el valor estético podía encontrarse fuera de lo que se entendía por las élites como “bellas artes” y propuso que lo horrible o turbio también tenía funciones estéticas, ya sea drogarse o los asesinatos como plantea en el ensayo/relato que compré hace ya bastante tiempo. Las desgarradoras muertes que suceden en el día a día, lo que vemos en las notas periodísticas, nos hacen sentir algo o nos hacen indiferentes ante la repetición; la historia, las formas, inconscientemente lo juzgamos todo como algún lienzo pedorro que compró Ricky Ricón para su club, o cuando leemo o vemos en la pantalla alguna buena historia de crimen. Dario Argento, la leyenda italiana del slasher es sin duda uno de los pocos que leyeron a De Quincey y ponen su espíritu en su trabajo, en este caso, hizo de Suspiria (1977) una obra de arte con un bello rojo sangre.

























Dario Argento, empezó su carrera como crítico de cine en revistas especializadas, de ahí pasó a los guiones (donde hizo un trabajo para Sergio Leone), y finalmente dio el salto a director, convirtiéndose paulatinamente en un artista de la matanza. El cine giallo (thrillers y filmes de terror con grandes dosis de gore hechos en Italia) le debe su fama a él, y esa fama también casi lo destruye; todo mundo imitó los esquemas del director, hasta que Argento, algo agotado, se fue por el camino de retratar lo sobrenatural como nunca antes se había hecho.

Fue en este entonces cuando Argento buscó inspiración en otro de los trabajos de De Quincey, Suspiria de Profundis (publicado de forma completa en 1854), una colección de ensayos breves sumergidos en la fantasía; un concepto que llama su atención es el de “las tres madres del mal”, surgido entre algunos de los ensayos, fue a partir de esa base conceptual que Argento crearía su trilogía de las “tres madres”, conformadas por Suspiria, Inferno (1980) y  La terza madre (2007). 
Y de esta forma, inspirado según dice el director por Blanca Nieves y algunas experiencias personales en la infancia de su suegra contadas por su pareja, Daria Nicolodi, la trama de Suspiria quedó construida. Obra que influyó en cineastas como John Carpenter o Brian de Palma; la función estética de esta película es hartamente estimulante y es la prueba viviente de que es válido romper las reglas cuando ya las conoces bien; el escarlata intenso que transmite Suspiria, tiraba por tierra todas las reglas de iluminación; exhibía colores maravillosos, rojos y verdes sin ninguna justificación y que colapsaban o intensificaba espontáneamente. Podemos agregar que fue impresa en technicolor, que ya era una reliquia en aquel entonces; como dicen ahora, es una película “artesanal”.



















Técnicas para hacer ver películas como si fuera technicolor se suele utilizar aún en filmes de época, pero en Suspiria se utiliza para realzar más el rojo, que se nota gracias a su espectro de color. Un dato curioso es que Snow White and the Seven Dwarfs (1937) fue la primera película rodada con esta tecnología. La textura y ambientación transmiten una irrealidad que parece una fábula o cuento de hadas, igual que su argumento; con  princesa y su bruja mala, pero con gore y luces fantásticas. Parece una opera con todo y sus exageraciones, que le hacen inverosímil pero al mismo tiempo rica visual y auditivamente.

Suzy Bannion (Jessica Harper), aterriza en Munich y se traslada a Friburgo para asistir a una prestigiosa academia de baile. Coincidiendo con su llegada, una alumna es expulsada; huye durante una noche lluviosa de algún peligro, llega al apartamento de una amiga y es violentamente asesinada y colgada; destino que termina compartiendo su posadera. Suzy se percata con el tiempo de que algo siniestro está sucediendo en esa casa, la cual es una  escuela que fue fundada años atrás por Helena Markos, una emigrante griego; una bruja que es también conocida como Mater Suspiriorum, o la Madre de los Suspiros. La trama de la película parece sencilla pero tiene una finalidad; llevar la secuencia de imágenes en orden; a diferencia de lo habitual en donde las imágenes con todo y su simbolismo son para la trama, aquí la trama es para las imágenes. 























Cuando Jessica está en el aeropuerto (mundo real) y marcha hacia la salida, las puertas mecánicas se abren y entra por ellas - junto con el sonido de la tormenta - luces de colores saturados con la música de la banda Goblin mientras unas voces susurran, dándole la bienvenida al umbral de la fantasía. La trama que cumple un papel secundario y funciona para dar coherencia y orden a imágenes y sonidos, se aprecia en pantalla como un excelente condimento en su aquelarre maléfico. Este sangriento thriller nos lleva de una u otra forma al mundo de las pesadillas, y con mucho gusto, donde la presencia femenina es poderosa con los personajes principales y la masculina se reduce a un ciego músico con un peligroso can, a un mudo horripilante, y a un joven galán que para decepción de Jessica, que le estaba gustando, resulta ser homosexual, el cual es interpretado por el músico Miguel Bosé.  





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