Edipo rey psicótico
Por Jorge Le Brun
El trabajo de David
Cronenberg siempre me ha fascinado; era un niño que se estremecía con facilidad
la primera vez que vi uno de sus trabajos; fue un día que por televisión
abierta pasaron The fly (1986),
remake de una película de 1958, una de esas cada vez más escasas ocasiones cuando la
versión moderna hace un aporte a la mitología y, en este caso, la recuerdes más que la
original. El trabajo de este cineasta canadiense siempre ha tenido la
enfermedad como concepto eje; de alguna manera aparece en sus estructura narrativa. No
importa que saliera del “terror corporal” del cual fue todo un padre, ni que su
última película sucediera en un ambiente de estrellas de cine, la enfermedad: mental o física siempre juega un papel; en su primera etapa los hizo uno; ahora
parece haberlo abstraído; Spider debe ser uno de sus grandes amores del segundo
periodo, renunció a su sueldo para lograr llevar este retorcido relato a la
pantalla.
Esta es la historia de Dennis
Cleg alias “spider” (Fiennes), un hombre recién salido de una institución para
enfermos mentales; un prolongado travelling (como le encantan a este
director) en una estación de tren con el protagonista apareciendo para caminar al rededor de la gente, da por comenzada esta película. Cleg acaba de ser dado de alta; es mandado a una
fría pensión dirigida por una doñora pomposa de apellido Wilkinson (Lynn
Redgrave), donde se acoge a los enfermos mentales que han abandonado el
psiquiátrico pero que todavía necesitan más tiempo para poder hacer vidas
propias. Spider necesita del constante consumo de pastillas para mantener los
pies en la tierra; conforme empieza un recorrido por el barrio east end
londinense, empieza a ver gente en los lugares, sobre todo en una visita a una
cantina; los conoce perfectamente: su padre, su madre y él cuando era niño. Esta en un
yo primitivo que se resiste a la fragmentación; esa ausencia del significante
primordial provoca que de el protagonista emerja lo real a manera de
alucinación; en cuadro vemos a Spider siendo espectador de su propia desgracia,
quedando atrapado en su propia telaraña.
Cleg siempre anota lo que empieza
a ver; el rompecabezas no está completo, ha perdido piezas, otras están
desfiguradas y otras sencillamente no encajan, lo que le sumerge en una
profunda búsqueda interior donde debe atravesar las telarañas que ha tejido su
propio cerebro, convirtiendo su pasado en un engañoso laberinto cuyo resultado
es el individuo actual. Película turbia, estamos viendo un metraje a través de
la visión de un esquizofrénico, un auténtico psicótico y no la de un psicópata que
Hollywood suele confundir con una especie más de locura.
La infancia, el pasado en el
psiquiátrico, el presente y las fantasías se entremezclan en la mente de Spider,
que confunde hechos, tiempos y rostros; todas las mujeres que llegan a aparecer en su lienzo tienen el rostro de su madre (Miranda Richardson en un excelente
trabajo), aquí se concibe la idea de un niño que solo tenía ojos para su madre.
Él escribe en un pequeño cuaderno, haciendo un esfuerzo por anotar, mediante
trazos confusos que parecen jeroglíficos, una posible historia de sí mismo;
intenta escribir en orden; intenta darle simbolismo a lo real; falla
brutalmente; este director de su propio biopic ni si quiera se entiende a si mismo.
Pero es durante este
entramado que ve a su padre (Gabriel Byrne) asesinando a su progenitora y sustituyéndola
con una prostituta; tratando de obligar al niño a reconocerla como la original.
No puede soportar el crimen de su padre, le corroe tan solo verlo, piensa en su
madre constantemente y no soporta que toque a esa “horrenda puta de cantina";
el niño comienza a buscar desesperadamente una forma de acabar con eso,
mientras su versión madura funge como espectador.
Esta historia es sobre el intento de
Spider por unificar los fragmentos de su identidad y el encuentro con cierto
suceso que se encontraba desarmado y hubiera preferido mantener
así de comprender. En esta película es fácil perderse en tan peculiar subjetividad, por
momentos el laberinto parece bastante engañoso; es un filme que requiere
atención pero aun así el final es una luz bastante eficiente que si bien no
arma todas las piezas, deja algo bastante claro; todo sucede mientras busca confirmar la traición
que cree haber sufrido.
La música es compuesta por
el gran Howard Shore, fiel escudero de la filmografía de Cronenberg; música de
orquesta que acompaña a la enredada trama; es una música melancólica, serena, la
cual acompaña en su viaje al personaje de Ralph Fiennes quien tiene el papel
más intrigante de su carrera; fuera de los tipos pulcros y duros o del brujo pelón cara pálida de voz seseaste de películas de magia británica.
El escenario se ve viejo,
acabado, agobiante, una luz débil, colores opacos y un espacio que revela
miseria están en el ambiente, la fotografía tiene grandes momentos pero también
se pierde en ocasiones en la irrelevancia. Película de sumo riesgo para todos
los involucrados, muy alabada por la crítica y premiada, es una película para
quien guste de seguirla que te deja con un sabor de encontrar algo nuevo y
fresco. Para su director es un trabajo muy personal; podría decirse que para
David Cronenberg, Spider es lo que para Luis Buñuel, Él.
“Solo hay algo peor que caer en la
locura…escapar de ella”
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