27/11/15

Robin Hood: Prince Of Thieves (Kevin Reynolds 1991)

El tira flechas de Costner

Por Jorge Le Brun



“Loxley, voy a cortar tu corazón con una cuchara”
- Alan Rickman como el sheriff de Nottingham


Segunda película más taquillera de su año de estreno, solo superada por el gigante que representó Terminator 2: Judgment Day. Con un elenco de estrellas y una mítica historia del rostro del más famoso ladrón de la ficción/realidad, se pusieron guapos para protagonizar un filme de aventuras, Robin Hood: príncipe de los ladrones. Una obra genérica de su época y de las que dio paso a muchas “aventuras en el bosque”; películas como las sagas The mummy (1999) y The Scorpion King, bueno, o cualquier película de acción hecha para el lucimiento de su protagonista, son las características de lo que tenemos aquí, en este caso de un actor “serio” (¿Qué diablos será eso?) como Kevin Costner, que había sido premiado un año antes con la estatuilla del tipo desnudo (Oscar) por Dances with Wolves.

Y fue precisamente Kevin Costner el problema y mayor irregularidad de la cinta; no por su muy criticado y risible “acento británico”, tampoco porque caían más en gracia algunos de los personajes de reparto. Era precisamente el hecho que todo giraba en torno a este y no importaba mucho su relación con el ambiente y los otros personajes; el guion era débil y este es un claro ejemplo de una película de esas que se hacen solo por la plata y nada más, utilizando un renombre (Costner) para llenar las salas; un exitazo en el momento y en muchos casos olvidada con el tiempo cuando las modas se vuelven otras. La formula sigue funcionando pero no con lo ya visto; si no me creen los invito a ver a aquellos que son fans de la saga de Transformers esas películas cuando superen la pubertad mental o en 10 años; les dará flojera. La diferencia de los robots que se dan golpes a lo tonto y esta película es, que puede que a muchos no nos enfade volverla a ver después de tanto tiempo; hay varios elementos que confirman esto; es gracias a las actuaciones y la sincera dinámica de la historia que se puede decir corroborar.























Costner interpreta a un Robin Hood galán con aires de latin lover medieval; un noble inglés leal al rey Ricardo I, que se encontraba en campante guerra durante la tercera cruzada, bueno, hasta que es tomado como prisionero en Jerusalén, en donde conoce al buen Azeem (interpretado por el casi omnipresente Morgan Freeman), un prisionero moro (¿Afroamericano?) con quien termina escapando y a quien salva la vida. El dúo dinámico del medievo regresa antes de tiempo a Inglaterra; antes del tiempo que preveía el villano claro está. El reino ha sido tomado de forma traicionera por el sheriff de Nottingham, el cual ha mandado a asesinar al padre de Robin para darle un toque más personal en la narrativa a la enemistas que tendrá con el héroe. En búsqueda de venganza y salvar a su gente del tirano, empieza a robar a la nobleza y la iglesia para alimentar a los más necesitad y crear un pequeño ejército mientras se esconde en el bosque de Sherwood.


Little John primo de Chewbacca 






















Como dije, el reparto se lleva la película, con una atinada interpretación de Morgan Freeman, como el necio pero leal moro dispuesto a pagar una deuda de vida al galanetes de Robin; ecuánime y elegante. También, la banda de ladrones, compuesta por el “pequeño Juan” (Nick Brimble), Will Scarlet (Christian Slater) y el incontinente fraile Tuck (Mike McShane); son personajes tipo coloridos, claro, no podemos olvidar a Lady Marian (Mary Elizabeth Mastrantonio), la damisela en peligro que pone sus ojos en el héroe a la vez que es el objeto de los deseos pasionales del villano en turno.


La verdadera estrella del film






















En la leyenda original de Robin de Locksley y en la mayoría de las interpretaciones literarias y fílmicas, se pone al hermano del rey Ricardo, el príncipe Juan (apodado “sin tierra”) como el villano principal de la historia. Juan era un personaje antipático para los estándares de la época, no era un rey macho pelo en peño mamado y competente para la guerra y defender al cristianismo de las “malvadas” huestes del islam; a parte que tuvo un genuino intento de derrocar a su hermano que se encontraba en la tercer cruzada; era el villano perfecto para “el rey de los ladrones”. En esta versión esa batuta pasa a su principal secuaz en el mito, el sheriff de Nottingham, interpretado excelsamente por Alan Rickman (se le dan bien los villanos), que en este caso en lugar de ser un cretino y despiadado cobrador de impuestos y líder policíaco del rey usurpador, era la cretina y despiadada fuerza usurpadora por sí mismo. Por más que se quiso centrar todo en Costner, Rickman es quien se roba la película; el sheriff aquí es un rockstar satánico medieval con algunos lapsus maníacos y amenazas burdas, que toma el poder con ayuda de su madre, la siniestra bruja Mortianna (interpretación de Geraldine McEwan que a más de un niño le sacaba buen susto), su primo Guy de Gisborne (Michael Wincott) y el corrupto obispo de Hereford ( Harold Innocent) quien antes de huir no dudaba en salvar primero al oro que a él mismo.



Quizá la escena más memorable de la historia es en donde nuestro simpático sheriff, obliga a Lady Marian a casarse con él, y una vez logrado el rito nupcial y estando las fuerzas rebeldes a pie de su castillo, pretende desesperadamente consumar la boda en un intento de violación frente al improvisado altar; el más divertido que se pueda imaginar para quien no haya visto la película; el patetismo y desesperación con las que intenta el sheriff lograr su hazaña sexual mientras sus fuerzas son derrotadas es de antología.

Por supuesto no podemos olvidar que en la resolución y la boda al final, entre Robin y la “pobre viuda” lady Marian, hay un cameo del escoces más sexy de la historia, Sean Connery, quien curiosamente ya había interpretado a Robin Hood en la muy recomendable Robin and Marian (1976); aquí interpreta a otro personaje. La película no es para quien espere algo hecho de forma exquisita, ya hablé arriba de sus problemas, pero entre lo positivo podemos tomar el buen reparto, el apartado musical de Michael Kamen, música épica y memorable; pero claro está, el sheriff de Notthingam y sus secuaces fueron lo mejor. Es una película que las generaciones nacidas en los principios de los 90s saborean a nostalgia, con sus defectos o no, la película cumple su objetivo.  



25/11/15

La última tentación de Cristo (Martin Scorsese 1988)

Cristo, el humano

Por Víctor G. Gándara




"La sustancia dual de Cristo, el anhelo tan humano, tan sobrehumano, del hombre por alcanzar a Dios... siempre ha sido un misterio inescrutable para mí. Mi principal angustia y fuente de alegrías y dolores desde mi juventud ha sido la incesante, despiadada batalla entre el espíritu y la carne... y mi alma es la arena donde estas dos fuerzas se encuentran y colisionan" 
–Nikos Kazantzakis



Con la cita anterior el italoamericano introduce su film. No sé ustedes, pero yo distingo dos Martin Scorsese: el de los dramas criminales y el random. Al primero lo recordamos por clásicos como Mean Streets, Goodfellas, Taxi Driver, Toro Salvaje, Cape Fear, Casino, incluso El Lobo de Wall Street (esa chusca apología a la depravación; aunque Scorsese lo negase), entre otras. El segundo es más ecléctico, pasa por comedia, suspenso y hasta cine infantil.

La última tentación de Cristo (1988) es quizás su film más destacado en polémica y temática, no sólo por calidad (que la tiene). Y, no sabría a cuál de los Scorsese culpar de tremenda herejía, probablemente haya que denominar a un tercero para ésta. La peli escandalizó a los sectores más fundamentalistas del catolicismo, transgredió al grado de motivar protestas y prohibición en varias partes del mundo. Tal vez el caso más grave fue un incendio provocado; en octubre del 88 un grupo de católicos radicales encendieron el teatro Saint Michel de París mientras se proyectaba el largometraje (defendiendo el nombre de Cristo, claro). Se dice incluso que el Papa Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta llamaron a no asistir a las salas. En Chile estuvo censurada hasta el 2003 (tuvieron que pasar 15 años desde su estreno).  

De izquierda a derecha: Keitel (Judas), Daefoe (Cristo), Hershey (Magdalena) 
Basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis, La última tentación de Cristo explora la posibilidad de que Jesús no muriese en la cruz y, en cambio, continuara su vida como el hombre común: casándose, procreando. Menuda blasfemia ¿no? Nikos Kazantzakis (también autor de Zorba, el griego, cuya adaptación al cine engalanó Anthony Quinn) confesó que su intención no fue otra sino escribir la lucha interna del hombre, la que se debate entre la carne y el espíritu. La adaptación de Scorsese no se aleja mucho de la premisa; el guión de Paul Schrader -quien ya había colaborado con el director en Taxi Driver y Raging Bull- y las actuaciones de Willem Dafoe (interpretando al mismísimo Jesucristo) y Harvey Keitel (un Judas reivindicado) construyen una obra para la historia.   

Tal vez la novela de Kazantzakis sea -si la ignorancia no me dispara- el primer acercamiento a una historia de semejante calibre. Tres décadas luego de su publicación, o algunos años antes de su «pantalla grande», aparece The holy blood and the holy grial (por Jonathan Cape), cuya narración plantea otro Jesús humanizado (aunque de manera más herética, según la concepción religiosa). De hecho el mentado Dan Brown se involucró en conflictos legales por las similitudes de su Código Da Vinci con el anterior.   

La última tentación de Cristo (peli; confieso no haber leído la obra) no cae al nivel de obras cuyo valor radica en el morbo que les atañe (ni el gore moralizador de Mel Gibson, que presume de tres nominaciones al oscar y múltiples galardones, se le acerca). Si bien no está exenta de polémica, la calidad de sus aspectos no deja a desear. Probablemente Dafoe -esa mezcla de Steve Buscemi y David Bowie- protagoniza su papel más emblemático: un carpintero judío tomado por traidor, siendo el único fabricante de cruces en el pueblo; atormentado desde pequeño por voces y pasos que le siguen, que no serían otra cosa sino las señales primarias de su misión.


La controversia del film pasa a segundo plano cuando se aprecian los elementos técnicos (incluso filosóficos) que integra. El fervor mesiánico, la búsqueda, la tentación, el conflicto interno… convergen en la mente de un hombre a veces confundido. Un hombre cuyas aspiraciones proféticas lo llevaron a la crucifixión… y la desesperanza. “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, se pregunta Cristo en esos palos. Tal vez ahí ocurre su última tentación: el deseo de abandonar las implicaciones divinas y convertirse en hombre, ése que ama y se reproduce, el carnal, el que no se resiste al acecho de las emociones y la pasión. Imaginarán la importancia de María Magdalena (Barbara Hershey) en el desarrollo. 



Sin caer comparaciones burdas con el Zaratustra nietzscheano o el Siddhartha de Hesse (mas vale mencionarlos), La última tentación de Cristo arroja ese tipo de personaje que, sin ser completamente divino, tampoco es enteramente humano. Oscila entre plataformas. Esa ignota identidad le atribuye un encanto peculiar. Es la fascinación -a veces culposa- por el versionado (muy libre) de personajes intelectual o moralmente canonizados. El mismo Saramago escribió su propio Caín (en la novela del mismo nombre). Y, olvidaba mencionar: El evangelio según Jesucristo, también de Saramago; otra versión libre y controvertida del redentor.  

La última tentación de Cristo no es una película para ver en semana santa. O sí; dependiendo cuáles sean las expectativas. Recomendable para todo cinéfilo, no importando prácticas religiosas o la ausencia de éstas.

¡Salud!





22/11/15

Batalla En El Cielo (Carlos Reygadas 2005)

No es solo otra película de mamadas

Por Jorge Le Brun



Me encanta Batalla en el cielo, o al menos lo que provoca en mí, es de esas películas que no puedo dejar de darle vueltas; amada en algunas partes de Europa, con opiniones divididas en México; prueba de los cortos límites de tolerancia de unos, del puritanismo de otros, del sensacionalismo de otros, del morbo, el poco análisis, también el excesivo, entre muchas otras cosas que también son para observar. Yo mismo tengo opiniones distintas sobre la película; todo según quien vaya ganando en mi debate interior. Lo que revela esto es que Carlos Reygadas es el “científico” en el aparado visual más talentoso que ha dado en los últimos años el cine de Latinoamérica. Esta es una película carente de la presencia de actores profesionales, pero con algo de polémica por las razones de una "mamada". 

Filme donde el existencialismo de un chofer (al que te cuesta entender su dicción) es puesto a prueba por un contexto; un contexto que casi no vemos, y sentimos como ajeno, donde los personajes son tiesos y sin emociones; una falsedad bárbara “mexicanos que deben ser subtitulados para los propios mexicanos, extranjeros de su propia representación, de su propia imagen” diría alguien que sabe mucho más. Las empresas que colocan el cine en la gran pantalla en México y desconozco si en el resto de Latinoamérica, lucharon en la última década por convertir a Hollywood en el cine nacional, y lo han logrado relativamente; la cuestión aquí no es contra nadie; toda película es digna de verse; para odiarse, amarse o cualquier otro sentimiento, pero es precisamente el defender esto que de paso se percibe esa realidad. Batalla en el cielo tuvo que ser autocensurada para su estreno en el país con el águila que devora una serpiente, y todo emanado y polemizado por la dichosa escena de una felación a cuadro hecha por una güera sexy (Anapola Mushkadiz) a un obeso moreno de esos que dice “retroceda paratras” (Marcos Hernández, quien es chofer en la vida real).























Lo escrito anteriormente se debe a que de muchas formas la película no fue juzgada por lo que es concretamente; si no por las expectativas que en este caso están muy "hollywoodsadas". No hablamos ni siquiera de la primera escena de una felación en el cine convencional; en 2003 el chiste fue llevado al cine en manos de Vincent Gallo con la muy golpeada The Brown Bunny, película que nadie vio pero que todos recuerdan por una escena, en la que Chloë Sevigny hace el mentado blowjob a Gallo ante los ojos de algunos aficionados al youporn y derivados; pocos recuerdan de que trataba la propuesta. Incluso es más vieja la representación explicita hecha por el director Nagisa Oshima en Ai no korîda (El imperio de los sentidos), y donde se pueden ver intensas escenas sadomasoquistas a parte del acto sexual oral. Aquí suele cometerse un prejuicio contra lo europeo cuando los cánones locales lo rechazan, o mejor dicho, cuando reconoce la audiencia elementos de su folclore. Claro, para ser justos también hay snobismo proeuropeo, pero eso será otro tema.  

Lo explica la experta Linda Williams «con la llegada a Norteamérica de la pornografía hardcore a comienzos y mediados de los setenta, la representación explícita del acto sexual -en oposición a su simulación- en las pantallas de cine oficiales, disfrutó de un extraño prestigio. Durante este breve momento de “porno chic”, un reducido grupo de periodistas liberales, directores de cine porno y estrellas empezaron a hablar con entusiasmo sobre un futuro utópico donde los filmes porno se volverían películas “de verdad” y las películas “de verdad” tendrían pornografía (sexo verdadero)». Al día de hoy esa realidad no se ha concretado del todo; la pornografía existe como una transgresión, de hecho lo erótico solo es la pornografía ya aceptada (Naief Yehya) en un sistema social; es decir, lo pornográfico no está en las representaciones de cualquier índole, si no en los ojos de un colectivo; en ese fetiche y gusto culpable.  


El sexo es completamente explícito en esta película, pero sin ser sexo; el chofer no hace expresiones en su rostro cuando recibe la condenada mamada de la joven, y esta solo se limita a unas lágrimas; rompe el vínculo sensorial de la imagen-movimiento; nadie siente nada en esa imagen, nadie dentro de las tres paredes, claro está. La fealdad, la miseria, lo “crudo” y un delicioso patetismo se hacen sentir durante el metraje. Cuerpos desnudos lejos del arquetipo de la modelo se ven cuando el chofer de nombre Marcos, restriega su cuerpo desnudo con su esposa (Berta Ruiz), un gordita de esas que no le gustan nada a los defeños y a nadie que ame a las “bellezas clásicas”, en una de las más interesantes escenas del filme en donde, mientras el sexo se da, puede verse un rostro de un Jesucristo con una lanza atravesada en frente de la cama; ese rostro sugiere placer. Bueno, fue más para el convencionalismo chocante sin duda que la rubia guapa estuviera con el bodoque; obliga al espectador casual a sentirse incómodo.

Terminada la primer escena, podemos ver que el chofer y su esposa son los secuestradores del bebe de unos adinerados, el cual murió por razones desconocidas. Marcos es el chofer de un general; al enterarse de lo sucedido comienza una espiral; se encuentra abatido, aparentemente obsesionado por las consecuencias de sus acciones. Su esposa, Berta, intenta consolarlo por el crimen que los dos hicieron, pero es la hija de su patrón, Ana, la que le da alivio a su sufrimiento. Ana es una prostituta de clase alta, por pertenencia y por clientela; adinerada y colaboradora en una boutique sexual. Se ve el contraste entre el secuestro de un bebé como respuesta a una necesidad “real” y la “rebeldía” de una mujer pudiente que se prostituye por “diversión”.

Reygadas representa su argumento logrando plasmar la monótona vida diaria de su personaje principal, así como la repentina invasión de influencias externas. Como el mundo sigue en movimiento aún con ellos en sus respectivas situaciones; logra captar una total pérdida de valores sociales e individuales entretejidos en la historia, usando imágenes de documental y primeros planos similares a pinturas o algún otro tipo de mosaico. Los desplazamientos de la cámara y esas duraciones son bastante acertados.


















La pornografía puede ser artística y moralmente superior a los absurdos, repetitivos y cursis filmes de lo que hoy conocemos en gran parte de occidente como erotismo. Batalla en el cielo se acercó a lo pornográfico (corrección, a la construcción del concepto pornográfico en este y varios países) y salió bien librada artísticamente, en mi opinión. El argumento de mayor crítica es contra la escena de inicio y la final; llegó a transgredir el tejido. Quizá el día de hoy aún no se encuentra bien parada, quizá sea culpa de las debilidades de la cinta, sin embargo son los riesgos que se topa el camino experimental, y solo a través de ellos se puede buscar cierta autenticidad. 




21/11/15

You Only Live Twice (Lewis Gilbert 1967)

Charlando con el Dr. Spectre

Por Jorge Le Brun



Los memes no son los “dibujitos idiotas” que tanto nos divierten en redes sociales, es un fenómeno y lo dicho es solo una de sus consecuencias; parodias, videos virales, las dos, marketing, imitación, nuevo contenido de tema x o todas juntas; la interacción social continua y la creación y distribución de los contenidos, la evolución y distintas transformaciones que va padeciendo en la red cierto fenómeno: una película, acontecimiento, frase, etc. El ejemplo que les traigo a continuación del mismísimo meme que es toda la saga del 007, es del meme de una de sus películas en particular, a estas alturas muchos ya vieron Spectre (2015), para ustedes y los fanáticos empedernidos de esta serie fílmica ¿Quién diablos es el personaje interpretado por Christoph Waltz? Las respuestas comienzan en You Only Live Twice (1967).


Bueno, si algún lector de Ian Fleming se encuentra con este blog, me corregirá y mencionará que en realidad el personaje interpretado por el actor austriaco famoso por sus papeles en filmes de Tarantino, fue en la novela Thunderball. El personaje de nombre Ernest Stavro Blofeld es el archienemigo argumental del agente Bond en la historia original y en la saga de películas interpretadas por don señor escoces, Sean Connery como James Bond. Podemos afirmar que la llegada y construcción de este personaje al cine es la creación del primer supervillano científico loco en la gran pantalla (no el primer científico loco a secas); este supervillano en particular es un meme sobre sí mismo, los indicios de él en filmes del 007 se dan cuando el villano en turno u otros secuaces, se comunicaban a través de una pantalla o presencialmente con individuo sentado en una silla, que jamás se le veía el rostros y con el cuadro enfocado en su vientre, donde sostenía a un elegante gato blanco al cual no dejaba de acariciar (esto empieza en las películas en From Russia with Love 1963). Cuando muestra por primera vez su rostro, es un hombre calvo con una larga cicatriz en su ojo derecho, y lidera a una organización internacional con planes de dominación mundial cuyos esquemas siempre giran en rescates billonarios para evitar destruir poblaciones o la provocación de una tercera guerra mundial entre las potencias; en donde las fallas de sus subordinados eran castigadas con la muerte ¿Les suenan todas estas cosas? Claro, que sí, casi todo lo que hasta el día de hoy se hace, salió del librito de planes malvados del acérrimo enemigo del pésimo y famoso espía (siempre lo descubren) británico. Villanos como el doctor Garra (Inspector Gadget), Giovanni (Pokemon), Barón Greenback (Danger Mouse), el comandante Red (Dragon ball), entre muchos otros, su parodia más celebre es la del Dr. Evil en la serie de películas del espía Austin Powers.





















El maléfico personaje aparece en 7 películas y en una de ellas asesina a la mujer con la que el agente Bond cumple nupcias, haciendo del duelo algo personal; Donald Pleasence, Telly Savalas, Charles Gray, Max von Sydow y ahora Christoph Waltz le han dado rostro a este villano fanático de las cirugías plásticas. En You Only Live Twice hace su primera aparición de rostro, en ella, el agente 007 (Connery) se encuentra en una misión en Japón; una nave espacial estadounidense fue secuestrada y las pistas apuntan a ese rumbo; las tenciones aumentan porque el país de las barras y las estrellas acusa a la Unión Soviética del atentado y el duelo de machos alfas exigen que en alguien quepa “la prudencia”. Bond se reúne con los servicios de inteligencia japoneses y descubren que la organización SPECTRE se encuentra en la zona y tiene listo un plan para provocar la gran guerra entre gringolandia y rojolandia.

Esta película engloba una fórmula que sería la madre de muchas películas de acción, en donde vemos como el héroe se infiltra en la peligrosa red del villano, termina encontrando el exótico cuartel en donde hay una poderosa armada custodiando un arma de destrucción masiva, ya sea para chantajear al mundo o para lanzarla y provocar la dichosa guerra, como los aliados de este héroe lo rescatan y hacen un enfrentamiento contra las fuerzas armadas en el que finalmente logran evitar que el malvado plan se logre, y por supuesto, la más hermosa parte, la base tiene un mecanismo de autodestrucción para hacer un último intento por acabar con nuestro carismático y seductor agente británico con pelo en pecho (lo del pelo es literalmente en el caso de Connery). Es aquí donde Blofeld tiene su adorable caracterización de pequeño pelón lleno de maldad y crueldad (Pleasence), en un inverosímil y curioso film en la saga.

La acción de esta película posee las ahora rebuscadas persecuciones de carros, una tierna y conmovedora escena de lucha cuerpo a cuerpo contra un asesino con katana, una persecución aérea por 4 helicópteros y la batalla entre los ninjas de las fuerzas de espionaje japonesas y los soldados de SPECTRE. Casi todo sucede en Japón, con sus paisajes de gran belleza natural, la gruta marina, el puerto pesquero y claro, el volcán activo/base secreta. Los decorados, de Ken Adam, son ya un clásico.

Icónica base escondida en un volcán en activo ¿Les suena?



John Barry dirige la musicalización, que incluye una melodía de Nancy Sinatra y otros temas. Pese a lo exagerado e ingenuo de algunos elementos la película cumple bien en el objetivo de entretener, la interpretación de Connery es notable, la de Pleasence es correcta, y la de Tetsuro Tamba (quien interpreta al líder de la inteligencia japonesa) es acertada. La dirección exhibe una exagerada piromanía, digna de un adicto a prender fósforos y ver cosas deshacerse, pero no entorpece el relato. No pierdes nada en ver esta película, tal vez la vida, pero adelante, después de todo, Sólo se vive dos veces




12/11/15

GoldenEye (Martin Campbell 1995)

El ojo dorado de Ian Fleming

Por Jorge Le Brun




Hablando del 007, este y el siguiente post lo dedicaré a dos películas de la serie del agente británico más famoso del mundo con motivo del estreno de Spectre, claro esta, el oportunismo a todo lo que da. Es innegable que esta saga ya es todo un fenómeno audiovisual, la serie del agente Bond es una de las más grandes figuras de la cultura popular y una de las más influyentes, junto a otros clásicos surgidos de otras formas, como Superman, Batman, Star Wars o Star Trek, entre algunas más. Don señor Umberto Eco, alias “El apocalíptico” es un apasionado estudioso del tema, al grado de analizar los martinis que se tomaba el personaje en algún ensayo. Esta saga nace con un personaje ficticio en la guerra fría, la cual aunque terminó, persiste en el espíritu social en las luchas capitalistas y por supuesto, las conspiraciones internacionales que se encuentran en el colectivo especulativo; las guerras secretas de unos cuantos para aprovecharse o usarnos como carne de cañón.

James Bond, el peor espía del mundo (siempre usa su nombre y siempre lo descubren) y habilidoso sicario gubernamental, fue creado por Ian Lancaster Fleming, quien escribió 14 libros con aventuras del 007. Durante la segunda guerra mundial, Fleming fue comandante del British Department of Naval Intelligence de la Royal Navy, lo cual le permitió imbuirse en el ambiente que inspiraría posteriormente a su obra. Durante la guerra civil española, Fleming tuvo enlaces con la inteligencia americana y estuvo trabajando en un operativo que tenía el objetivo de vigilar los acontecimientos ocurridos en España, con el objetivo de ver a donde corrían las aguas; años después bautizaría una finca suya en Jamaica con el nombre del operativo, goldeneye.






















Esa dedicatoria es de lo poco que vemos de la sombra de Fleming en la película GoldenEye de 1995; la primera película que evita tomar elementos de las novelas del tropicalizado escritor. Primer película del agente en la década de los 90s y la que lleva al agente a reinventarse en tiempos modernos; la guerra fría a terminado y nos queda claro con un incendiario opening a ritmo de Tina Turner, donde se ven los ídolos soviéticos cayendo como unas ruinas de Ozymandias; hasta los más poderosos caen y todo lo que hacen tarde o temprano queda perdido en las arenas del desierto; aunque siempre el que escarba encuentra, debo reconocer. El primer actor en encarnar al 007 en el cine (ya había aparecido una versión de Casino Royal para televisión) fue Sean Connery, que causó un efecto tan positivo en Ian Fleming aún vivo, que decidió darle la nacionalidad escocesa a su personaje (para los que pensaron que fue decisión de Sam Mendes en Skyfall), después de más de cuarenta años, un irlandés tomó el papel, Pierce Brosnan.

Nueve años pasaron de la última misión del agente James Bond en la ya disuelta Unión Soviética; la misión había sido cumplida pero a costa de perder a un compañero y amigo. Durante un viaje con una amante en Montecarlo, termina siendo llamado por su superior, una dura M (Judi Dench, quien se convierte en la primera mujer en el papel). Nuestro héroe termina inmiscuido en una conspiración más, en este caso, la de la mafia criminal conocida como Janus, y no es todo, tendrá que viajar a Rusia a enfrentarse a algunos fantasmas que se hacen presentes de forma literal y se hicieron con un arma electromagnética con el plan de destruir Londres, desestabilizar miles de cuentas bancarias y enriquecerse.




Más allá del porte de Pierce Brosnan como Bond y el rencoroso villano interpretado por Eddard Stark también conocido como Sean Bean en una de sus mitificadas muertes (no son tantas como creen), creo que el personaje que se lleva la película es la femme fatale interpretada por Famke Janssen; una cachonda sadomasoquista asesina georgiana cuyo nombre es Xenia Onatopp; ella destaca por sobre todos y pone al "personaje tipo" que representa en muy alto nivel; su característica principal es el hecho de que a través del asesinato se excita profundamente; una de las escenas memorables la tiene a ella involucrada, seduce a un almirante, terminan en su barco, tienen relaciones sexuales de forma salvaje, desinhibida y con mucho ímpetu, de repente la fiera se pone sobre el ingenuo marino, lo toma en una pinza con sus piernas y con sus muslos aplasta el pecho de su víctima; todo esto mientras esta teniendo un orgasmo; mientras el hombre gime y muere.
Pinzas mortales


























La película es muy influyente; no solo por romper con el trasfondo de la guerra fría en el argumento (también es la primera de la saga filmada después de la desintegración de la URSS), ni en los elementos que quedarían impregnados en posteriores filmes, sino también en otros aspectos de la cultura pop. Con el título de GoldenEye se creó uno de los videojuegos más famosos de todos los tiempos y de la consola de los 64 bits, considerado como uno de los mejores first-person shooters de toda la historia. Una saga, la cual continuaría con más videojuegos, dándole a la historia de la película que nos atañe un toque tridimensional.


No nos engañemos, no es la quinta esencia del arte, es una película de acción aventura con algunos toques de thriller, un material genérico. Fueron 6 años entre la última película en los 80s y este título; fue la película que tenía que hacerse en el momento correcto y oportuno para la franquicia. La interpretación justa de Brosnan fue del agrado del público del momento “el dinosaurio machista y misógino” – como lo llama en una escena M – ha sido el 007 más rentable y de humor relajado, bueno, al menos más que el Bond de Timothy Dalton, quien junto con Daniel Craig hacen a los 007 más serios de la saga fílmica, sin embargo el glamur es totalmente de Brosnan. 





11/11/15

Frenzy (Alfred Hitchcock 1972)

El detalle está en la corbata

Por Jorge Le Brun



“Otro Jack el Destripador”, “No, él las descuartizaba.”



Empezamos con un travelling descriptivo sobre el río Támesis; los detalles de su alrededor, y llegamos a la orilla en donde hay un gran cumulo de gente escuchando el discurso de un ministro. El político dando una perorata allí mismo, con ímpetu y haciendo énfasis sobre la belleza y relevancia del río; todo con el propósito de limpiar sus aguas para que sean hoy tan grande como fuera en el ayer, garantizando que no habrá más desperdicios en esas aguas. La vida le agradece al ministro; justo en la parte donde empezaba el falso quiebre de voz para emocionar al público, alguien grita; todos voltean y ven cómo sobre esas aguas “de la necesaria limpieza” flota un cadáver; una mujer, desnuda y ahorcada con una corbata; inmediatamente, dos asistente discuten el diálogo que cito arriba. Llena de humor negro, los elementos clásicos que componían su cine; Alfred Hitchcock presentó, Frenesí, la película más cargada de violencia de su filmografía; muy querida por los que conocen del “maestro del suspenso”, pero también algo infravalorado frente a otros títulos, pese a no pedirles nada.   

Hitchcock empezó su carrera en su natal Inglaterra, antes de ser traído a Estados Unidos por el productor David O. Selznick en 1939. Esta película supuso la vuelta del pérfido director a su patria tras más de cuatro décadas en Hollywood y más de veinte años sin rodar en Inglaterra. Con bajo presupuesto y un rechazo de Michael Caine al papel del psicópata asesino aunque con mayor libertad creativa, Hitch filmó su trabajo más explícito. Los actos de un violador y homicida de mujeres a las cuales estrangula con corbatas (Barry Foster), terminan manchando a un inocente en la culpabilidad (Jon Finch), un tipo desagradable y productor de morbo en sus conocidos; pero incapaz del asesinato; en cambio el culpable es un sujeto carismático del que nadie sospecha. No solo se trata de un retorno y una puerta a la libertad, si no del penúltimo trabajo de la extensa filmografía del “maestro del suspenso” basada en la novela Goodbye Piccadilly, Farewell Leicester Square de Arthur La Bern.

Richard Blaney es un tipo antipático, agresivo, de trato tosco y acusado por su ex jefe de robarle alcohol de su cantina; divorciado de una mujer con la que aún mantiene una tensa relación, el sujeto posee una vena violenta como pocos; su contraste, Robert Rusk, es un tipo agradable, un vendedor de frutas, querido por todos, incluso los policías; quien diría que es un sádico, misógino y brutal asesino. Es poco el tiempo que se nos oculta quien es el culpable de los crímenes, y vemos como todos han condenado ya a Blaney por razones circunstanciales, prejuicios o rencillas por alcohol robado (y no supimos si era verdad eso); con algunas excepciones, todos están dispuestos a colaborar en la captura de nuestro “falso culpable”. El juicio de una sociedad siempre se centra más en factores emocionales o ideológicos que lógicos; todo individuo que salé de los modales establecidos para la civilidad de un grupo es por lo general vulnerable a ser más cuestionado, ridiculizado, odiado o sentenciado, después de todo, si no respeta “las normas” ¿Qué más cosas no hará? Esa es la lógica de la preservación hegemónica; como cuando decidimos darle nuestro apoyo a un político que cumple con nuestro arquetipo y el desprecio al que no; todo depende del concepto considerado por cada grupo. El “asesino de la corbata” no podía ser alguien simpático y querido en esa comunidad, no; tenía que ser alguien grosero, mal vestido, y violador de las normas; alguien con el que no se pudieran identificar los demás sujetos. Rusk en cambio, aun siendo un maniaco sexual, producía sentido de pertenencia. También debemos reconocer que múltiples casualidades perjudican el juicio para el acusado; no cabe duda que Kafka fuera otra gran influencia de este cineasta.






















La época de los asesinatos sugeridos en donde no volvemos a ver los cuerpos terminó; en esta película vemos a cuadro al asesino en una despiadada escena de violación, muerte y cuerpos sin vida desnudos. Bueno, en realidad hay una escena muy importante en donde no vemos el siniestro; es cuando el asesino ofrece asilo en su casa a una de las víctimas y entran a su apartamento, la cámara en zoom out se va alejando del lugar hasta llevarnos al exterior en donde la vida continua y donde el acontecimiento por terrible que pudieses considerarse, era uno más en el espacio; la escena  se repite de algunas otras formas (como en el juicio) durante el metraje, da a entender la fatalidad de los hechos, lo inevitable del momento, en donde la suerte fue echada; muchas películas de posteriores géneros han utilizado este elemento desde aquel entonces.























El humor negro juega un papel fundamental en esta película y complementa correctamente lo chocante que puede parecer en algunos momentos. El guion escrito por Anthony Shaffer posee varias escenas hilarantes; como el sufrimiento por el que tiene que pasar el “asesino de la corbata” cuando descubre que hay forma de incriminarlo y tiene que recuperar un valioso objeto suyo que quedó en la mano de  una de sus presas. También debemos tomar en cuenta al despistado inspector de policía, Oxford (Alec McGowen), quien se encuentra investigando el caso mientras muere de hambre y asco ante las habilidades culinarias de su esposa (Vivien Merchant), quien está empeñada en la preparación de platillos franceses que no terminan de convencer ni en sabor ni textura a su victimario y torturado esposo. Los platillos de la mujer hacen de alguna forma humorística una asociación entre el arte culinario y el arte del asesinato, con la irónica coincidencia que ambas son cosas que tiene que asumir en su vida el inspector. También los diálogos con la esposa en estas cesiones tienen relevancia, ella es la voz de la razón y el personaje con mejor juicio sobre las personas (no así sobre la comida) que aparece a lo largo del metraje.






















Película algo extraña, es para muchos, el último destello de brillantes del adorable británico, que terminaría su carrera con una película más. La censura, que Hitchcock ayudo a romper años atrás, estaba cada vez más lejos; pudo hacer presente en esta película algo de erotismo y la ya mencionada violencia a cuadro. Si es una obra maestra o una película muy notable, es un debate que los resolverán los gustos generacionales. Lo que pienso es que en este trabajo está mucho de lo que Hitch hubiera querido filmar y solo el código de producción para la Motion Picture Association of America (MPAA) le impidió durante algunas décadas; aquí pudo satisfacer su morbo y lujuria.