El tira flechas de Costner
Por Jorge Le Brun
“Loxley,
voy a cortar tu corazón con una cuchara”
- Alan Rickman como el sheriff de Nottingham
Segunda película más
taquillera de su año de estreno, solo superada por el gigante que representó Terminator 2: Judgment Day. Con un
elenco de estrellas y una mítica historia del rostro del más famoso ladrón de
la ficción/realidad, se pusieron guapos para protagonizar un filme de aventuras, Robin Hood: príncipe de los ladrones.
Una obra genérica de su época y de las que dio paso a muchas “aventuras en el
bosque”; películas como las sagas The
mummy (1999) y The Scorpion King,
bueno, o cualquier película de acción hecha para el lucimiento de su
protagonista, son las características de lo que tenemos aquí, en este caso de
un actor “serio” (¿Qué diablos será eso?) como Kevin Costner, que había sido
premiado un año antes con la estatuilla del tipo desnudo (Oscar) por Dances with Wolves.
Y fue precisamente Kevin
Costner el problema y mayor irregularidad de la cinta; no por su muy criticado
y risible “acento británico”, tampoco porque caían más en gracia algunos de los
personajes de reparto. Era precisamente el hecho que todo giraba en torno a
este y no importaba mucho su relación con el ambiente y los otros personajes;
el guion era débil y este es un claro ejemplo de una película de esas que se hacen solo por la plata y nada más, utilizando un renombre (Costner) para
llenar las salas; un exitazo en el momento y en muchos casos olvidada con el
tiempo cuando las modas se vuelven otras. La formula sigue funcionando pero no
con lo ya visto; si no me creen los invito a ver a aquellos que son fans de la
saga de Transformers esas películas cuando superen la pubertad mental o en 10 años; les dará flojera. La diferencia
de los robots que se dan golpes a lo tonto y esta película es, que puede que a
muchos no nos enfade volverla a ver después de tanto tiempo; hay varios
elementos que confirman esto; es gracias a las actuaciones y la sincera dinámica
de la historia que se puede decir corroborar.
Costner interpreta a un
Robin Hood galán con aires de latin lover medieval; un noble inglés leal al rey
Ricardo I, que se encontraba en campante guerra durante la tercera cruzada,
bueno, hasta que es tomado como prisionero en Jerusalén, en donde conoce al
buen Azeem (interpretado por el casi omnipresente Morgan Freeman), un
prisionero moro (¿Afroamericano?) con quien termina escapando y a quien salva
la vida. El dúo dinámico del medievo regresa antes de tiempo a Inglaterra; antes del tiempo que preveía el villano claro está. El reino ha sido tomado de
forma traicionera por el sheriff de Nottingham, el cual ha mandado a asesinar al
padre de Robin para darle un toque más personal en la narrativa a la enemistas
que tendrá con el héroe. En búsqueda de venganza y salvar a su gente del
tirano, empieza a robar a la nobleza y la iglesia para alimentar a los más
necesitad y crear un pequeño ejército mientras se esconde en el bosque de Sherwood.
Little John primo de Chewbacca |
Como dije, el reparto se
lleva la película, con una atinada interpretación de Morgan Freeman, como el necio
pero leal moro dispuesto a pagar una deuda de vida al galanetes de Robin; ecuánime y
elegante. También, la banda de ladrones, compuesta por el “pequeño Juan” (Nick
Brimble), Will Scarlet (Christian Slater) y el incontinente fraile Tuck (Mike
McShane); son personajes tipo coloridos, claro, no podemos olvidar a Lady Marian
(Mary Elizabeth Mastrantonio), la damisela en peligro que pone sus ojos en el héroe
a la vez que es el objeto de los deseos pasionales del villano en turno.
La verdadera estrella del film |
En la leyenda original de Robin
de Locksley y en la mayoría de las interpretaciones literarias y fílmicas, se
pone al hermano del rey Ricardo, el príncipe Juan (apodado “sin tierra”) como
el villano principal de la historia. Juan era un personaje antipático para los estándares
de la época, no era un rey macho pelo en peño mamado y competente para la
guerra y defender al cristianismo de las “malvadas” huestes del islam; a parte
que tuvo un genuino intento de derrocar a su hermano que se encontraba en la
tercer cruzada; era el villano perfecto para “el rey de los ladrones”. En esta
versión esa batuta pasa a su principal secuaz en el mito, el sheriff de Nottingham,
interpretado excelsamente por Alan Rickman (se le dan bien los villanos), que
en este caso en lugar de ser un cretino y despiadado cobrador de impuestos y líder
policíaco del rey usurpador, era la cretina y despiadada fuerza usurpadora por sí
mismo. Por más que se quiso centrar todo en Costner, Rickman es quien se roba
la película; el sheriff aquí es un rockstar satánico medieval con algunos
lapsus maníacos y amenazas burdas, que toma el poder con ayuda de su madre, la siniestra bruja Mortianna
(interpretación de Geraldine McEwan que a más de un niño le sacaba buen susto),
su primo Guy de Gisborne (Michael Wincott) y el corrupto obispo de
Hereford ( Harold Innocent) quien antes de huir no dudaba en salvar primero al
oro que a él mismo.
Quizá la escena más
memorable de la historia es en donde nuestro simpático sheriff, obliga a Lady
Marian a casarse con él, y una vez logrado el rito nupcial y estando las
fuerzas rebeldes a pie de su castillo, pretende desesperadamente consumar la boda
en un intento de violación frente al improvisado altar; el más divertido que se
pueda imaginar para quien no haya visto la película; el patetismo y desesperación
con las que intenta el sheriff lograr su hazaña sexual mientras sus fuerzas son
derrotadas es de antología.
Por supuesto no podemos
olvidar que en la resolución y la boda al final, entre Robin y la “pobre viuda”
lady Marian, hay un cameo del escoces más sexy de la historia, Sean Connery, quien
curiosamente ya había interpretado a Robin Hood en la muy recomendable Robin and Marian (1976); aquí interpreta
a otro personaje. La película no es para quien espere algo hecho de forma exquisita,
ya hablé arriba de sus problemas, pero entre lo positivo podemos tomar el buen
reparto, el apartado musical de Michael Kamen, música épica y memorable; pero
claro está, el sheriff de Notthingam y sus secuaces fueron lo mejor. Es una
película que las generaciones nacidas en los principios de los 90s saborean a
nostalgia, con sus defectos o no, la película cumple su objetivo.
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