25/11/15

La última tentación de Cristo (Martin Scorsese 1988)

Cristo, el humano

Por Víctor G. Gándara




"La sustancia dual de Cristo, el anhelo tan humano, tan sobrehumano, del hombre por alcanzar a Dios... siempre ha sido un misterio inescrutable para mí. Mi principal angustia y fuente de alegrías y dolores desde mi juventud ha sido la incesante, despiadada batalla entre el espíritu y la carne... y mi alma es la arena donde estas dos fuerzas se encuentran y colisionan" 
–Nikos Kazantzakis



Con la cita anterior el italoamericano introduce su film. No sé ustedes, pero yo distingo dos Martin Scorsese: el de los dramas criminales y el random. Al primero lo recordamos por clásicos como Mean Streets, Goodfellas, Taxi Driver, Toro Salvaje, Cape Fear, Casino, incluso El Lobo de Wall Street (esa chusca apología a la depravación; aunque Scorsese lo negase), entre otras. El segundo es más ecléctico, pasa por comedia, suspenso y hasta cine infantil.

La última tentación de Cristo (1988) es quizás su film más destacado en polémica y temática, no sólo por calidad (que la tiene). Y, no sabría a cuál de los Scorsese culpar de tremenda herejía, probablemente haya que denominar a un tercero para ésta. La peli escandalizó a los sectores más fundamentalistas del catolicismo, transgredió al grado de motivar protestas y prohibición en varias partes del mundo. Tal vez el caso más grave fue un incendio provocado; en octubre del 88 un grupo de católicos radicales encendieron el teatro Saint Michel de París mientras se proyectaba el largometraje (defendiendo el nombre de Cristo, claro). Se dice incluso que el Papa Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta llamaron a no asistir a las salas. En Chile estuvo censurada hasta el 2003 (tuvieron que pasar 15 años desde su estreno).  

De izquierda a derecha: Keitel (Judas), Daefoe (Cristo), Hershey (Magdalena) 
Basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis, La última tentación de Cristo explora la posibilidad de que Jesús no muriese en la cruz y, en cambio, continuara su vida como el hombre común: casándose, procreando. Menuda blasfemia ¿no? Nikos Kazantzakis (también autor de Zorba, el griego, cuya adaptación al cine engalanó Anthony Quinn) confesó que su intención no fue otra sino escribir la lucha interna del hombre, la que se debate entre la carne y el espíritu. La adaptación de Scorsese no se aleja mucho de la premisa; el guión de Paul Schrader -quien ya había colaborado con el director en Taxi Driver y Raging Bull- y las actuaciones de Willem Dafoe (interpretando al mismísimo Jesucristo) y Harvey Keitel (un Judas reivindicado) construyen una obra para la historia.   

Tal vez la novela de Kazantzakis sea -si la ignorancia no me dispara- el primer acercamiento a una historia de semejante calibre. Tres décadas luego de su publicación, o algunos años antes de su «pantalla grande», aparece The holy blood and the holy grial (por Jonathan Cape), cuya narración plantea otro Jesús humanizado (aunque de manera más herética, según la concepción religiosa). De hecho el mentado Dan Brown se involucró en conflictos legales por las similitudes de su Código Da Vinci con el anterior.   

La última tentación de Cristo (peli; confieso no haber leído la obra) no cae al nivel de obras cuyo valor radica en el morbo que les atañe (ni el gore moralizador de Mel Gibson, que presume de tres nominaciones al oscar y múltiples galardones, se le acerca). Si bien no está exenta de polémica, la calidad de sus aspectos no deja a desear. Probablemente Dafoe -esa mezcla de Steve Buscemi y David Bowie- protagoniza su papel más emblemático: un carpintero judío tomado por traidor, siendo el único fabricante de cruces en el pueblo; atormentado desde pequeño por voces y pasos que le siguen, que no serían otra cosa sino las señales primarias de su misión.


La controversia del film pasa a segundo plano cuando se aprecian los elementos técnicos (incluso filosóficos) que integra. El fervor mesiánico, la búsqueda, la tentación, el conflicto interno… convergen en la mente de un hombre a veces confundido. Un hombre cuyas aspiraciones proféticas lo llevaron a la crucifixión… y la desesperanza. “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, se pregunta Cristo en esos palos. Tal vez ahí ocurre su última tentación: el deseo de abandonar las implicaciones divinas y convertirse en hombre, ése que ama y se reproduce, el carnal, el que no se resiste al acecho de las emociones y la pasión. Imaginarán la importancia de María Magdalena (Barbara Hershey) en el desarrollo. 



Sin caer comparaciones burdas con el Zaratustra nietzscheano o el Siddhartha de Hesse (mas vale mencionarlos), La última tentación de Cristo arroja ese tipo de personaje que, sin ser completamente divino, tampoco es enteramente humano. Oscila entre plataformas. Esa ignota identidad le atribuye un encanto peculiar. Es la fascinación -a veces culposa- por el versionado (muy libre) de personajes intelectual o moralmente canonizados. El mismo Saramago escribió su propio Caín (en la novela del mismo nombre). Y, olvidaba mencionar: El evangelio según Jesucristo, también de Saramago; otra versión libre y controvertida del redentor.  

La última tentación de Cristo no es una película para ver en semana santa. O sí; dependiendo cuáles sean las expectativas. Recomendable para todo cinéfilo, no importando prácticas religiosas o la ausencia de éstas.

¡Salud!





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