La Juventud
Por Víctor G. Gándara
No
recuerdo una introducción tan insoportable como el de La grande bellezza (2013); 11 minutos de sufrimiento (casi eterno).
Vomitivo, fétido, pesado. Pero así debía ser, se supone. Salvo ese preludio lamentable
-que seguro le quemó el cerebro a Sorrentino- puedo valorar sus virtudes y
reconocer que, finalmente, me encantó. En La
grande belleza, un escritor de una sola novela se relaciona en los círculos
más aburguesados de Roma, ofreciendo fiestas a personajes fatuos de costumbres
refinadas, vividores de la farándula; ese tipo de gente de la que tanto se mofó
Buñuel. Y, sin embargo, encantadores. Encantadores de alguna forma. ¿Y por qué
el sesentón Jep Gambardella (Toni
Servillo) no volvió a escribir? Pues prefirió ser el rey de lo mundano, o ¿alguna
otra razón? Esta movie le valió el oscar
a mejor película de no habla inglesa a Paolo Sorrentino (oriundo italiano) hace casi dos años.
Un
tiempecillo luego, Sorrentino expone su tragicómica Youth (2015), en la que,
dicen, las influencias de Fellini se reiteran. Una película fresca con esbozos
de brillantez, seductora, inteligente, sobria
si eludimos la pomposidad de sus personajes. Apela a la nostalgia y las
añoranzas de la senectud, a las aristas de la decadencia y otras amarguras cotidianas.
Michael Caine |
Tenemos a Mick (Harvey Keitel), un
viejo director de cine que se niega al retiro, y Fred (Michael Caine), reconocido
-y no más joven- director de orquesta aferrado al autoexilio. Son amigos de
antaño y vacacionan en un exclusivo hotel de los Alpes suizos. Mick dedica su
tiempo a un nuevo guión, necio ante los obstáculos de su evidente declive.
Fred, por su parte, atiende las suplicas del emisario de la reina, empecinado
en llevarlo a un concierto solicitado por su majestad; pero Fred lleva años en
el retiro y por ningún motivo aceptará. Lena (Rachel Weisz), hija de Fred y también
vacacionista del sitio, deberá enfrentar las dificultades y derivados de una
ruptura amorosa.
Caine & Kietel |
Youth relata así las
desventuras de sus personajes, siempre transcurridas en el mismo lugar: de campos
verdes, música bohemia, alta cocina, tratos especiales y cuanta opulencia haya. ¿Pero, son felices? Nos
hallamos pues -y perdonen tan grosera referencia- ante un caso de los ricos también lloran, o mejor dicho:
las celebridades también lloran. Sí,
no es un secreto que los famosos tienen sus pesadumbres. Ronda un joven actor
agobiado por el estigma de su personaje más conocido, una bella modelo cuya
inteligencia es inversamente proporcional a la estupidez que le atribuyen,
hasta un exfutbolero tácitamente maradonesco. Embrollo de tragedias cómicas. Y,
aunque uno prescinda de fama y dinero, no exime identificarse; porque claro,
somos humanos, ¿no?
Aunque
desde luego Caine y Keitel encarnan a los principales, el film se llena de
personajes con una historia levemente sugerida. Estamos ante una de esas
películas que atrapan no por su ritmo, sino por su humanidad y la desbordante belleza de sus detalles. Música apacible, cuadros memorables y una que otra
secuencia que (según mi vaga percepción) evoca a Malick. Youth aborda con elegantes pincelazos el triste encuentro con la
vejez; un poema a la melancolía y frustración, al engaño y ese pasado tan
lejano. De alguna manera a la felicidad.
La desbordante belleza de sus detalles |
Youth,
al mero estilo de Kundera (aunque éste haga esfuerzo por negarlo), es también
una reflexión «filosófica» de lo trivial. Homenaje a la fraternidad. Una pintura con esbozos de erotismo. Es, sobre todo, un ensayo sobre la juventud.
¿Alguna
vez dudaste en ver una peli y, tras decidirte a verla, te pesó la remota posibilidad
de haberte negado? Youth (como otras)
fue mi caso. Tiene muchas virtudes y, acá entre nos, auguro (sin ser el único)
su nombre en la ya próxima ceremonia de los premios oscar.
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