15/12/17

Dune (David Lynch, 1984)


Por Víctor Gutiérrez Gándara






Con la firma de Lynch, en 1984 se estrena la pieza de culto Dune (basada en la novela homónima de Frank Herbert), un filme de ciencia ficción originalmente concebido por el famoso chamán, cósmico, hechicero, cómico, esotérico, psicomago y, a veces director de cine, Alejandro Jodorowsky, mismo que trabajó arduamente en el proyecto a principios de los años 70, pero sin fruto alguno. Se dice que la visión de Jodorowsky era tan ambiciosa que las productoras no se animaron a apoyarlo. Ante la duda permanecerá como leyenda. 



No fue sino a principios de 1980 que la idea sería retomada, siendo ahora David Lynch el responsable como director y guionista. El resultado: una pieza bastante rara, no en el sentido lynchiano, sino por ser un bizarro e incómodo híbrido entre lo lynchiano y lo convencional, convirtiéndose tal vez en la obra más atípica del director.

MacLachlan (izquierda) y el mismísimo Sting (derecha)
David, quien previamente había dado a luz dos largometrajes (Eraserhead y The Elephant Man), filmaría su tercero por encargo de Universal Studios. Una película que, si bien se aleja un poco de su estilo habitual, no olvida elementos típicos de sus ambientaciones: surrealismo y matices oníricos. 

Protagonizada por un joven Kyle MacLachlan (interpretando al personaje Paul Atreides, y a quien posteriormente veríamos en la aclamada Blue Velvet) y Sean Young (también Rachael en Blade Runner) como Chani. Dune retrata la vida en el planeta del mismo nombre (o Arrakis) donde la disputa por el control del mismo y una sustancia conocida como melagne conllevará una serie de batallas entre la casa de los Harkonnen y la casa Atreides.

Sean Young como Chani
Previa disculpa por mi burda sinopsis, cabe decir que el producto final terminaría siendo menospreciado por el mismo Lynch al no representar íntegramente su concepción inicial. Desde luego, la culpa no recae propiamente en el artista; al tener una duración original de aproximadamente cinco horas, en las que Lynch describe lo más fielmente posible el universo de Herbert, la productora (por razones obviamente comerciales) solicitó que se redujera a poco más de dos. La película fracasó en taquilla y posiblemente la mala experiencia haya sido el motivo por el cual Lynch se mantuvo alejando de las grandes productoras desde entonces. Además de que la película fue vapuleada tanto por la crítica especializada como por fanáticos de la saga novelística.



Por injusto que resulte, no podía esperarse mucho de Lynch (nuevamente, comercialmente hablando) cuando Star Wars ya había dejado la vara muy alta, pues un público acostumbrado a la agilidad rimbombante del género en aquella época (incluso en ésta) poco apreciaría de una obra como Dune más allá de sus involuntarias dificultades. Sin embargo, no podemos negar que la película representa ya una pieza indiscutible del rompecabezas fílmico que Lynch legó al mundo. 






11/10/17

Salem's Lot (Tobe Hooper 1979)

Nosferatu en el Bates Motel

Por Jorge Le Brun


¡Siniestro 2017! (hasta el día en que escribo esto), calamidades van y vienen; no se necesita ser un Nostradamus para saber que siempre las cosas pueden empeorar. Los miedos colectivos del hoy difieren de los del ayer; no por eso en lo que a cine se refiere, los clásicos son para menospreciarse, el hecho que las recordemos pese a las novedades “de brinco fácil” que en algunos casos se pretende pasar como el único cine de horror “que lo es porque asustó”.

Podemos encontrar en el legendario director de cine del género Tobe Hooper (fallecido este año) a uno de sus realizadores más influyentes; The Texas Chain Saw Massacre (1974) es quizá la más importante obra del slasher y de la que derivaría mucho de lo que se hizo en adelante en cuanto a “thrillers gore”. Fue el ya tener esa obra (cuyo impacto aún no llegaba a hacer la mella del día de hoy) en su currículo un factor para que el productor Richard Kobritz lo llamara para dirigir una película para televisión (dividido en formato de miniserie) estrenada en 1979 e inspirada en la segunda novela de Stephen King, Salem’s Lot.

El metraje de 3 horas divididas para la comodidad del televidente americano que lo vio en su estreno en la CBS es al día de hoy una de las mejores adaptaciones hechas sobre la obra de King. Puede verse completo en distintos formatos caseros e incluso en su momento se hizo un formato para los cines europeos siendo un trabajo perfectamente visible a la óptica cinematográfica. "Phantasma II" (como le pusieron en España a este trabajo que ni fantasmas tiene ni es la segunda parte de nada) tuvo guión adaptado de Paul Monash, la fotografía de Jules Brenner, el diseño de producción de Mort Rabinowitz y claro está, la música de Harry Sukman (última obra del compositor) de quien se pretendía evocara un “estilo a la Bernie Herrmann”; a criterio de quien sepa si eso se logró pero la musicalización fue genial.



Un hombre y un joven (Lance Kerwin) se encuentran en una vieja iglesia de Guatemala con el fin de cumplir una fatídica misión. Se reviven sórdidos recuerdos; el tiempo retrocede a dos años y la identidad del hombre mayor es la de Ben Mears (David Soul); un célebre escritor que había regresado al pueblo donde nació, Jerusalem´s Lot; conocido por sus habitantes como Salem`s Lot. Ben estaba obsesionado por la famosa y vieja casa de los Marsten; recuerdos y leyendas eran las semillas de la novela que quería escribir. Pero no solo llegó él, dos hombres oscuros toman posesión del misterioso hogar; el solemne señor Straker (James Mason) y el incógnito señor Kurt Barlow (Reggie Nalder). Con la llegada de los tres visitantes cosas extrañas y horribles comienzan a suceder: la gente empieza a morir o desaparecer dejándolo todo en desolación; Mark Petrie (el joven en la iglesia de Guatemala) niño obsesionado con las historias de terror y la mitología será uno de los pocos en entender lo que sucede.

Una crítica plantea lo siguiente: “¿Vio David Lynch esta película antes de hacer Twin Peaks o Mulholland drive? Del lado de su organización semántica, la serie se apoya en una oposición entre un mundo inocente y otro obscuro, perverso”. Directa o indirectamente Salem’s Lot plante por cada elemento espacial un espectro de su tonalidad; construye un pequeño pueblo al norte de Estados Unidos de casas pequeñas y bosque imponente; la sencillez del primero, los misterios del segundo, y claro, la temible casa Marsten como comodín.



Salem’s Lot es una historia alimentada de dos elementos: las casas encantadas y el vampiro clásico. En cuanto a lo primero no es nada descabellado ver que en muchas obras artísticas cuando se trabaja el concepto se suele usar de referencia arquitectura de principios de finales del siglo XIX o principios del XX incluso más que los viejos castillos europeos. Tobe Hooper buscaba elementos "hitchconiano" para el relato; no es de extrañarse entonces que la casa Marstein está inspirada en el mismísimo Bates Motel (Psycho 1960) “Pero este poder será sesgado cuando llegue al motel, pues el personaje se adentra en un espacio de horizontalidad que contrasta con la verticalidad de la casa de Norman Bates: el motel está al amparo y a la sombra de la misteriosa mansión”.

La mansión de los Bate fue construida en Laramie Street de Universal Studios, realizándose tan solo la fachada principal y lateral derecha. La torre y una porción de la parte frontal, fueron tomados de otras casas, (se utilizaron unidades de stock de varios edificios similares); con el paso de los años se convirtió en atracción de los Estudios Universales. Casas de estilo victoriano (según los que saben); la mansión Bates y por lo tanto la Marstein tienen de inspiración la pintura House by the railroad (1928) de Edward Hopper; el concepto de “la última casa”, abandonadas, alejada de la civilización, imponentes, símbolos de una siniestra y desolada aristocracia; consumidas solo por la misma naturaleza mientras estas consumen también las pupilas del voyerista. La casa de los Marstein tiene un evidente pasado, está en constante asecho de quien ose vigilarla y invita a oscuros habitantes a rondarla.











De izquierda a derecha: House by the railroad de Edward Hopper (1928), Bate house en Psycho (Alfred Hitchcock 1960) y Marsten house en Salem's Lot (Tobe Hooper 1979).






El segundo elemento, el vampiro, rinde también tributo a los grandes ancestros. “El vampiro maestro” es el último gran vampiro clásico, el heredero genuino no solo del Drácula de Bela Lugosi, Christopher Lee, Germán Robles; vampiros diabólicos pero erotizados que abrieron las puertas al enriquecido tema; es sobre todo el último heredero del conde Orlok de Nosferatu (W. F. Murnau 1922); un espectro infernal, el vampiro del folclor (y mitología) que aterraba y llenaba de desolación la tierra que profanase, lo que es el demonio al ángel es el vampiro al hombre solo que más peligroso, un señor de las tinieblas que gobierna sobre la carne y la sangre. Con sus inexpresivos brillantes y amarillentos ojos infernales, su piel enferma y sus largos colmillos, el de Salem’s Lot es el último príncipe de la tinieblas; el último gran vampiro en el cine de horror.


Los momentos de terror son muy bien ejecutados; incluso algún que otro acostumbrado al susto fácil de ahora podría llevarse una grata sorpresa. Las situaciones inquietantes no son pocas; pero quizá la más recordada en la cultura popular es ese momento nocturno en que un espectral infante flotando en la “noche plutónica” toca la ventana del cuarto de un niño, esperando que lo inviten a pasar; escena pesadillesca para quien de joven vio esta obra.  

Debilidad en la extensión de esta película puede ser las mismas flaquezas en la narrativa del verborreico King; que en ocasiones busca poner más peso en el contexto social que en la historia misma; también algunas transiciones (muy pocas en realidad) que evidencian que fue un trabajo hecho para televisión pública. Sin embargo, los aciertos son muchos más, Tobe Hooper no solo hizo un par de homenajes a Nosferatu y Psycho; creo una película espeluznante y sugerente con una bien lograda atmosfera de misterio; por el reto de la televisión, Hooper creo en su explicación “un ambiente que se siente como si no pudieras escapar; un recordatorio de que nuestro tiempo es limitado y todos los complementos que van con él".  








4/10/17

Le locataire (Roman Polanski 1976)

Fantástico suspenso, quimérico Polanski

Por Jorge Le Brun


«Era demasiado heterogénea; el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo animal. Con el tiempo, la Quimera tiende a ser "lo quimérico"; una broma famosa de Rabelais ("Si una quimera, bamboleándose en el vacío, puede comer segundas intenciones") marca muy bien la transición. La incoherente forma desaparece y la palabra queda, para significar lo imposible. "Idea falsa", "vana imaginación", es la definición de Quimera que ahora da el diccionario»

- Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios

De la obra de Roman Polanski hay mucho que decir, pero dados las limitaciones que supone hablar solo de una película (y probablemente de las limitaciones de su servidor), nos restringiremos a empezar con un trillado “Roman Polanski es uno de los grandes genios del cine y por supuesto, de los mejores realizadores del género de suspenso. Fin.” 

De la extensa obra de Roman hablaremos de la última película de la llamada (arbitrariamente) “trilogía del apartamento”. Sí bien no hay relación en los argumentos de las películas, se les denomina “trilogía” bebido a que las tres están ambientadas en el género del  terror psicológico, con protagonistas aislados del exterior donde la vida trascurre con normalidad, tonos tétricos o surrealistas, y un elemento que maneja su director mejor que casi nadie, la creación paulatina de una atmosfera inquietante y claustrofóbica. Las tres obras son: Repulsion (1965), Rosemary´s baby (1968) y la que nos atañe, Le locataire (1976). Cada una (como otro dato en común) ambientada en un departamento de una gran ciudad cosmopolita. La primera se desarrollaba en Londres, la segunda ocurrió en Nueva York y las alucinaciones que padeció el propio Polanski tuvieron lugar en los barrios bajos de París. 

El tiempo las ha tratado de forma particular, llevándose los reconocimientos en su momento de estreno tanto de público como de crítica Repulsion y Rosemary´s baby; mientras que Le locataire fue un fracaso en su estreno en Cannes. El envejecimiento ha convertido a la primera de esta trilogía en una de las menos conocidas del director (sin quitarle méritos), la segunda es un clásico del cine de terror y el cine de Hollywood de los 70; en cuanto a la película que nos atañe, el pasar de los años la ha convertido en una obra clásica de culto y para un sector se ha llegado a considerar una de las mejores películas de su director (mi favorita personal, agrego por cuestiones de pedantería).   

























El quimérico inquilino

El artista multifacético Roland Topor fue junto a Fernando Arrabal y el “ocultista” Alejandro Jodorowsky quienes empezaron con el movimiento  (para algunos fue porque nacieron demasiado tarde para ser llamados surrealistas) pánico. En dicho movimiento había una búsqueda por la estética de lo grotesco, elementos surrealistas, morbo a la deformidad y en el caso de Topor, el miembro más discreto del grupo y el que mejor supo representar el carácter irrespetuoso y lúdico del movimiento, había una gran dosis de humor negro (aunque el preferiría referirse a eso como “burlesco”).


Dibujante e ilustrador principalmente, eso no impidió a Topor participar en otras disciplinas. Entre las que podemos destacar están su trabajo en la escritura y producción tanto en teatro como en cine; siendo guionista y productor de películas como La Planète Sauvage (1973), la menos conocida Marquis (1989), entre otros trabajos. Por supuesto es el autor de la novela Le Locataire chimérique que narra la historia de un hombre francés cuya cordura se ve alterada por una serie de eventos extraños en el lugar donde reside: un apartamento rentado; el mismo argumento que adaptaría Polanski para su película.
Bosquejo para Marquis (Henri Xhonneux 1989)

Gran parte de la obra de Topor (que al igual que Polanski fue judío polaco francés) está impregnada con lo “quimérico”, horrores risibles, asociaciones imposibles; sus trazos solían dibujar caricaturas de las distorsiones que él veía en la cotidianidad. Los sistemas híbridos que fusionan distintas piezas son precisamente lo que componen lo “quimérico” que en el artista se convierte en dicotomías irónicas que en muchos casos hablan de algo no tan irreal.


Paranoia travestida con xenofobia

La historia comienza con el buen Trelkovsky (el mismo Polanski), un ciudadano parisino de origen extranjero y de ameno trato; un hombre común y corriente de clase media-baja godínez europeo de fiesta ocasional, quien renta un apartamento en un pequeño edificio siempre en penumbras al severo y dominante Monsieur Zy (Melvyn Douglas), típico cancerbero muy pendiente de que sus inquilinos tengan la menor vida personal posible. El protagonista se entera que la inquilina anterior había intentado suicidarse al arrojarse por la ventana del apartamento y que aún no se confirmaba su estado de salud; conoce de paso a Stella (Isabelle Adjani) amiga de Simone (la inquilina anterior) con la que empieza una relación. La cosa se complica conforme Trelkovsky tiene que lidiar con el comportamiento errático y deshumanizado de sus vecinos a la vez que el “fantasma” de Simone que pareciera dejarlo sin identidad.



La primera mención del relato va sobre unos vecinos que son abiertamente hostiles; que conspiran para echar a la gente que les molesta e invade la intimidad de su bloque de pisos. A destacar la conserje (Shelley Winters) malhumorada y agresiva o la aún más insufrible esposa del casero Madame Dioz (Jo Van Fleet), matriarca temible intolerante e intolerable, guía espiritual de la vecindad que se vuelve contra quien no se someta. El grupo de forma rotunda: hace (intencional o no) que Trekovsky asuma un papel y empieza a diluir el yo del grupo. Él no toma posesión del apartamento, es el piso el que lo hace su inquilino moldeando su ser; un ejemplo de esto se evidencia cuando reflexiona sobre el tema “sí uno perdiera la cabeza ¿dónde residiría el yo? ¿En el cuerpo o en la cabeza? ¿En qué momento exacto uno deja de ser uno mismo y pierde su identidad?”


Del guión adaptado por Gérard Brach y cuya fotografía corrió en manos de Sven Nykvist (quien trabajara en gran parte de la filmografía de Ingmar Bergman) podemos destacar la construcción de una atmósfera inquietante en el tenebroso y decadente edificio. Entre los momentos de suspenso del film es por supuesto destacable ver cada noche a un vecino diferente pasar un largo ratos en el baño del edificio mirando hacia la habitación del protagonista; simplemente de pie y estáticos, detrás de la ventana y con una luz amarillenta que deja sus pieles igual, como una pintura que apenas y respira mirado desde el punto de vista lejano de Trelkovsky, crea una excelente cuota de turbación. Por supuesto no podemos olvidar cuando la realidad abandona y deja paso a lo onírico; y vemos en alucinaciones las formas tan monstruosas en que son percibidos esos insoportables vecinos.   

Por último, es bastante buena la actuación de Polanski en su trasformación en paranoico y suicida travestido. No solo fue el lidiar con Stella y otros conocidos de Simone, nace la “quimera” finalmente cuando Trelkovsky encuentra un vestido que le pertenecía a ella; se empeña en convertirse en la inquilina anterior físicamente al mismo tiempo que intenta convencerse de que sigue siendo él mismo y del complot de sus enemigos. Termina la historia con un momento cíclico; un final con misterio incluido en el paquete dejando en ambigüedad la naturaleza del relato (¿alucinaciones o surrealismo?).


Angustiante ficción con sus dosis de humor negro incluido (gracias en parte a los amigos del protagonista); un trabajo que tuvo que ser hecho en poco tiempo (como 8 meses); una reflexión sobre la realidad y los mecanismos mentales que la deconstruyen.





17/9/17

El día comenzó ayer (Icaro Cisneros 1965)

Con snobs y rock ‘n’ roll

Por Jorge Le Brun


A propósito de que ya fue 16 de septiembre y poniéndome oportunista ¿Por qué no hablar sobre cine mexicano? El mismo que en 2016 produjo 162 largometrajes (más que en China), en donde 37 mujeres dirigieron (más que…nunca en la historia de este país), el que ha ganado prestigio, premios internacionales y que sin embargo no vamos a ver (y eso en raro caso que tengamos chance de verlo en salas).

La supuesta mediocridad del cine mexicano es asociada por algunos miembros del respetable colectivo al fin de la “época de oro”; el cine mexicano se había estancado por líos burocráticos; los “Arieles” fueron descontinuados y tres de los estudios de cine desaparecieron entre 1957 y 1958: Estudios Tepeyac, Clasa Films y Estudios Azteca. A mediados de los 60 Luis “demagogias” Echeverría era el Secretario de Gobernación en México; fiel a su “espilocho” anunció una “gran” reestructuración de los esquemas del Banco Cinematográfico; fue puro “cotorreo” y a partir de los 70s el cine fue estatizado, sin embargo fue en este contexto donde nuevas y viejas voces se preocuparon e iniciaron un movimiento a favor del cine mexicano que había perdido sus adeptos contra el cine hollywoodense y vanguardias europeas. La UNAM fue pionera en la creación de cineclubes y en 1963 fundó el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), primera escuela oficial de cine mexicano. Aunque la verdadera cereza del pastel fue el Primer Concurso de Cine Experimenta que se celebró en 1965; según Jorge Ayala Blanco (quien fue uno de los jueces) este evento ayudó a extender posibilidades estéticas y narrativas en el cine mexicano.

Del total de 12 participantes, fueron galardonadas unas 4; destacando La fórmula secreta del genial y trágico Rubén Gámez con texto de Juan Rulfo y voz de Jaime Sabines. Sin embargo, son de destacar todos los títulos y en esta ocasión hablaremos de “El día comenzó ayer” de Ícaro Cisneros, un ex–actor infantil e hijo de un guionista convertido en cineasta al debutar con esta obra; el mismo año que el más conocido Arturo Ripstein.   


Ícaro Cisneros
Otro fenómeno al que el cine no pudo escapar fue el Rock n roll, llegado a México a finales de los 50 y...tal y como lo hicieron en los angloparlantes, los productores decidieron invertir en las nuevas figuras musicales fílmicamente hablando. En el mismo concurso de cine experimental hubo uno de guión donde la pluma de Carlos Fuentes engendró lo que sería Los caifanes (Juan Ibáñez 1967); una emblemática obra para los enemigos del convencionalismo. Fue en este contexto donde discretamente hizo su aparición la opera prima de Cisneros.


La historia comienza con Héctor (Héctor Godoy), un joven, taciturno y cursi escritor provinciano llegando a la capital al paso de una locomotora; en su búsqueda de guía se encuentra con el prepotente y cruel Mario (Carlos Rotzinger) que en un principio lo ayuda a establecerse en la ciudad hasta que su novia, la frívola Gloria (Blanca Sánchez) queda cautivada por el parecido de Héctor con un misterioso e importante personaje de su pasado. Héctor queda también cautivado por Gloria y sin quererlo entra a un mundo de los adinerados y aburridos jóvenes citadinos; un mundo de superficialidades, nihilismo, lujuria y opulencia que lo envuelven.


El ecosistema de snobs está conformado por orgullosos fiesteros, entre los que destacan Popis, su tío Roberto y el Dr. Pascal; los tres ricos hedonistas anfitriones de sus fiestas que solo buscan una forma de pasar el rato a costa de jugar con los demás y menospreciar con su elitismo. Por encima del estoico Héctor enamoradizo empedernido y el cinismo de Mario el personaje más complejo es el de Gloria, que si bien tiene objetivos tan básicos como los de sus allegados, su enamoramiento la vuelve consiente de la insoportable levedad del ser; los dilemas surgen en ella como también los pasajes oníricos con el omnipresente Larry; el misterioso y ausente personaje parecido al recién llegado; siempre vigilando en forma de un dibujo enmarcado en una pared.




Jóvenes en “su peor variedad”: rebeldes, “agringados”, pedantes, descarriados en las drogas o el alcohol, la prostitución, las bromas crueles y los juegos entre Mario y Popis o cuando este último habla sobre haber encontrado a su preciado Larry en Suecia haciendo “nada” y el hecho de encontrar eso interesante. La mezcla del  rock n roll y los psicotrópicos me hacen pensar en las influencias de la literatura de la onda en las nuevas generaciones así como algún pasaje onírico guiñándole a Buñuel; visiones surrealistas que giran nuevamente en torno a Larry.    




Desde finales de los 1950 gran figura precursora del rock mexicano es el aún activo Javier Bátiz; a quien muchos le reconocen como maestro de figuras como Carlos Santana y Alex Lora (será). Cabe señalar que él y su banda tienen créditos en la musicalización de dos películas del primer concurso de cine experimental, por el cuarto lugar Viento distante (Salomón Laiter, Manuel Michel, Sergio Véjar 1965) y por supuesto en gran parte de El día comenzó ayer.

Película difícil de encontrar (yo la pude ver en la plataforma de Clarovideo); se trata de una obra olvidada que puede dar ideas respecto a un momento de la historia y la cultura mexicana en los 1960. 




14/8/17

Los olvidados (Luis Buñuel 1950)

Memorables e inolvidables olvidados

Por Jorge Le Brun


“Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”.
- Johh Hessin Clarke
                       
En 1992 la UNESCO, con el fin de crear el interés por la preservación y procurar el acceso a patrimonio histórico y documental de relevancia para los pueblos integrantes, creo la iniciativa “Programa Memoria del Mundo”; el valor universal de dicho patrimonio era parte de la invitación. Tras propuestas y mucho tiempo, de los pocos más de 100 años de historia de la cinematografía, obviando que está el trabajo de los hermanos Lumière, solo hay unos cuantos trabajos que forman parte de la iniciativa: de Australia La historia de la banda de Kelly (Charles Tait 1906), Metrópolis (Fritz Lang 1927), El Mago de Oz  (Victor Fleming 1937) y la película que nos atañe Los olvidados (Luis Buñuel 1950), película desgarradora sobre uno de los temas más universales y presentes en la sociedad, la pobreza y la ciudad; como dijo alguna vez el escritor de los males inherentes, Karl Kraus “La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo”.

Ya es bastante lo que se ha dicho de Los olvidados (mis primer párrafos sin duda estarán llenos de paráfrasis), los cannes, los arieles; muchos artículos y análisis lo constatan. Entre los antecedentes de esta magna obra se encuentran las películas del neorrealismo italiano, movimiento durante el periodo de la postguerra como respuesta al cine impuesto por el fascismo; los regímenes de esas características siempre buscan la utilización de este como un medio de propaganda (recurrente referírsele como una poderosa propaganda) donde la comedia vacía, musicales y lo colorido era lo que se producía y la sátira se prohíbe, no se exhibe o se pierde en el mar de las gran cantidad de cintas que se producen (problema universal ¿Verdad México?).

El neorrealismo por lo tanto tenía como objetivo mostrar las condiciones sociales auténticas, la pobreza y marginación de la sociedad italiana; Luchino Visconti, Roberto Rossellini son algunos exponentes, e incluso el mismo Federico Fellini (quien compartía en algunas películas una inquietud por lo onírico con Buñuel) tuvo inquietudes por el tema social; aunque sería bueno destacar a Vittorio de Sica; después de todo el surrealista Buñuel probablemente se inspiró en Sciuscia (El limpiabotas 1946) película que ya ponía en escena niños de la calle en Roma.



Después del prólogo con imágenes fundidas de Nueva York, París y Londres (se advierte de la universalidad del tema) con voz en off explicando el problema de la pobreza en las grandes ciudades, la cámara localiza lugares reconocibles de la Ciudad de México y aterriza a los barrios marginales. Una banda de niños se encuentran en el sagrado estado del ocio; fumando o hablando “naderías” hasta que aparece en plano americano un adolescente al que le dicen “el jaibo” (Roberto Cobo) huyendo de las autoridades (estaba en una correccional) y regresando con la banda que lo precia mucho.

Los chavitos dejan su estado de letargo y permiten ver cómo funciona su dinámica de grupo; “el jaibo” manda. Este espigado adolescente, carismático, machista y algo “travieso” (si no pregúntenle a la meche y la madre de Pedro) es el personaje más presente a lo largo del metraje y podría ser considerado “el malo” pese a que su violencia es tan victimaria del sistema como los dilemas de Pedro.

Pedro (Alfonso Mejía), un niño de la calle sin ser huérfano pero más abandonado que otros, es rechazado por su madre por ser el producto de una violación. Y aun así pese a ser ferviente participe de las fechorías de la banda de niños, es la idea de ganarse la aprobación de su madre (Stella Inda) la que crea en él un bujía moral. Este cambio paulatino en Pedro como “el bueno” tiene su detonante en el hecho que sella su camino con el de “el jaibo” y los lleva a su tragedia; los dos implicados en un asesinato.

Bien lo dijo un crítico “esto es, un Buñuel realista pero Buñuel antes que nada”; el hecho que el director haya tomado elementos del neorrealismo (una de las tendencias de la época) no quiere decir que no lo haya hecho suyo; historia cruda, realista y a su vez obsesiva, con elementos surrealistas inherentes a su cine; las gallinas omnipresentes, los sueños y visiones de Pedro y “el jaibo”.




Otro elemento que no podía faltar en Buñuel es el erotismo, visto y apreciado a través de los ojos conocedores de “el jaibo”, las piernas de la madre de Pedro cuando se lava (con la que tiene una relación sexual) o el personaje de “la meche” (Alma Delia Fuentes) cuando empapa sus piernas con leche ¡Esa mentada “meche”! una joven granjera adolescente termina también en la mira de un ciego, don Carmelo (Miguel Inclán), un villanesco músico callejero siempre añorante de su ancestral Porfirio Díaz.  




La historia detrás de la filmación y exhibición de “Los olvidados” es una película por sí misma; está la visión sin estereotipos del pobre o inválido siempre honrados. El México donde la desgracia y la miseria ya no existen, y de los bellos paisajes en las películas recibió un duro golpe ¡Fuerte golpe contra la cultura oficial! Es otro cuento también al ser la primera vez que Buñuel hiciera mancuerna con Gabriel Figueroa (cinematógrafo más reconocido de la historia del cine mexicano); la búsqueda estética de la imagen en Figueroa y el estilo subversivo de Buñuel se tuvieron que adaptar para que sus películas se centraran en el tema sin ninguna distracción. En una entrevista que André Bazin y Jaques Doniol–Valcroze le hacen al director (libro “Conversaciones con Luis Buñuel: Vivo, por eso soy feliz”), este explica «...Al cabo de quince días de rodaje Figueroa preguntó a Dancigers (el productor) por qué lo había elegido para una película que cualquier operador de actualidades hubiera podido hacer mejor. Le contestaron: "Porque usted es un operador muy rápido, muy comercial". Es verdad. Es extraordinariamente rápido y muy bueno... Al principio estaba muy sorprendido de trabajar conmigo, no estábamos de acuerdo, pero creo que evolucionó mucho y somos muy buenos amigos ahora». La mancuerna perduraría en muchos de los trabajos más emblemáticos de los dos.

Buñuel tuvo que defender que plasmó la realidad de los barrios cuando el “alto pedorraje” (aunque también fue defendido por un sector influyente) lo estuvo linchando; un problema universal que hasta el día de hoy nos acomodamos a ignorar, evidenciando nuestra hipocresía con personajes como “El ojitos” (Mario Ramírez Herrera) un niño indígena “olvidado” por su padre en las calles desde hace días, compone al personaje más inocente y testigo de cómo ni para él, ni para “el bueno”, ni “el malo” exististe victoria cuando la miseria está en sus laureles.





31/7/17

¡No morirás del todo querido George Romero!

Por Adolfo G. Riande*
(Artículo destinado al 17 de julio que fue subido por retraso, disculpas al respetable.)

La semana que termina, ha sido enlutada por el deceso de uno de los grandes realizadores del cine de terror. George A.  Romero físicamente nos ha dejado, pero sus personajes sombríos, sus atmósferas tétricas han de seguir acompañándonos de por vida.



Releer las imágenes de Romero en su célebre “La noche de los muertos vivientes”(1968) es adentrarse a una atmósfera tétrica, matizada con una fotografía en blanco y negro y ambientada predominantemente en escenas nocturnas. Romero, si bien es cierto, no es el pionero en este tipo de filmes, pero para una gran mayoría de críticos de cine si es el precursor, y logra marcar una línea argumental característica que retoman diversos directores posteriormente.

Otro detalle del filme de Romero, para mi gusto personal, es su capacidad de recrear en breves espacios cerrados todo un concepto de clima sombrío. La trama de “La noche de los muertos vivientes” prácticamente se desarrolla en un set, obviamente, que simula tres espacios de una casa de campo. La sala, una recámara en la parte alta y un sótano. En esta dimensión como pequeño claustro, conviven los personajes. Ben (Duane Jones) Barbra (Judith O¨Dea); Harry (Karl Hartman); Helen (Marilyn Eastman) ; Karen ( Kyra Schon); Tom (Keith Wayne) y Judy (Judith Ridley).

A partir de un bajo presupuesto de 114 mil dólares, Romero se encarga de hacerlo rendir y lograr que, ya en el año 2000 , las ganancias del filme registraran un total de 12 millones de dólares en la Unión Americana, y 30 millones en el resto del mundo, sin considerar las ganancias por rentas. Romero no tiene más que aprovechar los escasos recursos a la mano, y lograr el máximo aprovechamiento de sus actores.

En este sentido, las locaciones son modestas, al igual que los decorados del set. En cuanto a la caracterización de los personajes, principalmente de los “muertos que viven”, la construcción es sencilla, sobria y logran impactar adecuadamente. No hay exagerados baños de sangre, pese a que al final de la película se escenifican situaciones de ataques de los “muertos vivientes” devorando a los vivos. No obstante, hay sobriedad en las atmósferas sombrías diseñadas para lograr el efecto de mundos nebulosos. He insistido en no utilizar la palabra “zombi”, ya que en ningún momento la trama de la película cita este concepto.

Resulta curioso, que el personaje central de la trama, un joven afroamericano, sea quien encabece la oposición contra los “muertos vivos”. Pero dejemos que sea el propio director quien nos cuente la idea:

Según palabras del director: “La fantasía es un medio para las metáforas [...] y dado que estoy atascado en este género, intento buscar nuevas formas de utilizarlo. Para al menos expresar alguna opinión o satirizar cosas y divertirme.

Muchas veces, los protagonistas no luchan contra los zombis, sino que entre ellos, debido principalmente a la presión del ambiente en el que se encuentran. Para Romero, los villanos en sus películas "son siempre los vivos, no los muertos".​

 En una entrevista de 2007, el director sostuvo que veía a los zombis como un desastre natural, o un cambio global, similar a los terremotos y huracanes, agregando que sus historias "se refieren a cómo las personas responden o no responden a estos y eso es realmente todo lo que han representado para mí".

La crítica social de La noche de los muertos vivientes (1968) no fue premeditada. Según Romero, el hecho de utilizar a un afroamericano como protagonista fue debido a que Duane Jones era "el mejor actor entre nuestros amigos".​ En la escena final, el personaje de Jones muere tras recibir un disparo en la cabeza. La situación con respecto a la raza aumentó cuando el director viajaba hacia Nueva York, con el fin de reunirse con un posible distribuidor para la cinta: "Esa noche en el automóvil, nos enteramos que Martin Luther King había sido asesinado. Así, el impacto de la película nos afectó de inmediato".Varios críticos de cine vieron en la cinta un mensaje contra la Guerra de Vietnam, el racismo y la Guerra Fría.

Finalmente, a manera de homenaje póstumo, bien vale la pena, releer con atención esta célebre película, y aprovechar que está libre en la red.



 * El autor es egresado de la Universidad Veracruzana , y responsable del Cineclub del Itson.