4/10/17

Le locataire (Roman Polanski 1976)

Fantástico suspenso, quimérico Polanski

Por Jorge Le Brun


«Era demasiado heterogénea; el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo animal. Con el tiempo, la Quimera tiende a ser "lo quimérico"; una broma famosa de Rabelais ("Si una quimera, bamboleándose en el vacío, puede comer segundas intenciones") marca muy bien la transición. La incoherente forma desaparece y la palabra queda, para significar lo imposible. "Idea falsa", "vana imaginación", es la definición de Quimera que ahora da el diccionario»

- Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios

De la obra de Roman Polanski hay mucho que decir, pero dados las limitaciones que supone hablar solo de una película (y probablemente de las limitaciones de su servidor), nos restringiremos a empezar con un trillado “Roman Polanski es uno de los grandes genios del cine y por supuesto, de los mejores realizadores del género de suspenso. Fin.” 

De la extensa obra de Roman hablaremos de la última película de la llamada (arbitrariamente) “trilogía del apartamento”. Sí bien no hay relación en los argumentos de las películas, se les denomina “trilogía” bebido a que las tres están ambientadas en el género del  terror psicológico, con protagonistas aislados del exterior donde la vida trascurre con normalidad, tonos tétricos o surrealistas, y un elemento que maneja su director mejor que casi nadie, la creación paulatina de una atmosfera inquietante y claustrofóbica. Las tres obras son: Repulsion (1965), Rosemary´s baby (1968) y la que nos atañe, Le locataire (1976). Cada una (como otro dato en común) ambientada en un departamento de una gran ciudad cosmopolita. La primera se desarrollaba en Londres, la segunda ocurrió en Nueva York y las alucinaciones que padeció el propio Polanski tuvieron lugar en los barrios bajos de París. 

El tiempo las ha tratado de forma particular, llevándose los reconocimientos en su momento de estreno tanto de público como de crítica Repulsion y Rosemary´s baby; mientras que Le locataire fue un fracaso en su estreno en Cannes. El envejecimiento ha convertido a la primera de esta trilogía en una de las menos conocidas del director (sin quitarle méritos), la segunda es un clásico del cine de terror y el cine de Hollywood de los 70; en cuanto a la película que nos atañe, el pasar de los años la ha convertido en una obra clásica de culto y para un sector se ha llegado a considerar una de las mejores películas de su director (mi favorita personal, agrego por cuestiones de pedantería).   

























El quimérico inquilino

El artista multifacético Roland Topor fue junto a Fernando Arrabal y el “ocultista” Alejandro Jodorowsky quienes empezaron con el movimiento  (para algunos fue porque nacieron demasiado tarde para ser llamados surrealistas) pánico. En dicho movimiento había una búsqueda por la estética de lo grotesco, elementos surrealistas, morbo a la deformidad y en el caso de Topor, el miembro más discreto del grupo y el que mejor supo representar el carácter irrespetuoso y lúdico del movimiento, había una gran dosis de humor negro (aunque el preferiría referirse a eso como “burlesco”).


Dibujante e ilustrador principalmente, eso no impidió a Topor participar en otras disciplinas. Entre las que podemos destacar están su trabajo en la escritura y producción tanto en teatro como en cine; siendo guionista y productor de películas como La Planète Sauvage (1973), la menos conocida Marquis (1989), entre otros trabajos. Por supuesto es el autor de la novela Le Locataire chimérique que narra la historia de un hombre francés cuya cordura se ve alterada por una serie de eventos extraños en el lugar donde reside: un apartamento rentado; el mismo argumento que adaptaría Polanski para su película.
Bosquejo para Marquis (Henri Xhonneux 1989)

Gran parte de la obra de Topor (que al igual que Polanski fue judío polaco francés) está impregnada con lo “quimérico”, horrores risibles, asociaciones imposibles; sus trazos solían dibujar caricaturas de las distorsiones que él veía en la cotidianidad. Los sistemas híbridos que fusionan distintas piezas son precisamente lo que componen lo “quimérico” que en el artista se convierte en dicotomías irónicas que en muchos casos hablan de algo no tan irreal.


Paranoia travestida con xenofobia

La historia comienza con el buen Trelkovsky (el mismo Polanski), un ciudadano parisino de origen extranjero y de ameno trato; un hombre común y corriente de clase media-baja godínez europeo de fiesta ocasional, quien renta un apartamento en un pequeño edificio siempre en penumbras al severo y dominante Monsieur Zy (Melvyn Douglas), típico cancerbero muy pendiente de que sus inquilinos tengan la menor vida personal posible. El protagonista se entera que la inquilina anterior había intentado suicidarse al arrojarse por la ventana del apartamento y que aún no se confirmaba su estado de salud; conoce de paso a Stella (Isabelle Adjani) amiga de Simone (la inquilina anterior) con la que empieza una relación. La cosa se complica conforme Trelkovsky tiene que lidiar con el comportamiento errático y deshumanizado de sus vecinos a la vez que el “fantasma” de Simone que pareciera dejarlo sin identidad.



La primera mención del relato va sobre unos vecinos que son abiertamente hostiles; que conspiran para echar a la gente que les molesta e invade la intimidad de su bloque de pisos. A destacar la conserje (Shelley Winters) malhumorada y agresiva o la aún más insufrible esposa del casero Madame Dioz (Jo Van Fleet), matriarca temible intolerante e intolerable, guía espiritual de la vecindad que se vuelve contra quien no se someta. El grupo de forma rotunda: hace (intencional o no) que Trekovsky asuma un papel y empieza a diluir el yo del grupo. Él no toma posesión del apartamento, es el piso el que lo hace su inquilino moldeando su ser; un ejemplo de esto se evidencia cuando reflexiona sobre el tema “sí uno perdiera la cabeza ¿dónde residiría el yo? ¿En el cuerpo o en la cabeza? ¿En qué momento exacto uno deja de ser uno mismo y pierde su identidad?”


Del guión adaptado por Gérard Brach y cuya fotografía corrió en manos de Sven Nykvist (quien trabajara en gran parte de la filmografía de Ingmar Bergman) podemos destacar la construcción de una atmósfera inquietante en el tenebroso y decadente edificio. Entre los momentos de suspenso del film es por supuesto destacable ver cada noche a un vecino diferente pasar un largo ratos en el baño del edificio mirando hacia la habitación del protagonista; simplemente de pie y estáticos, detrás de la ventana y con una luz amarillenta que deja sus pieles igual, como una pintura que apenas y respira mirado desde el punto de vista lejano de Trelkovsky, crea una excelente cuota de turbación. Por supuesto no podemos olvidar cuando la realidad abandona y deja paso a lo onírico; y vemos en alucinaciones las formas tan monstruosas en que son percibidos esos insoportables vecinos.   

Por último, es bastante buena la actuación de Polanski en su trasformación en paranoico y suicida travestido. No solo fue el lidiar con Stella y otros conocidos de Simone, nace la “quimera” finalmente cuando Trelkovsky encuentra un vestido que le pertenecía a ella; se empeña en convertirse en la inquilina anterior físicamente al mismo tiempo que intenta convencerse de que sigue siendo él mismo y del complot de sus enemigos. Termina la historia con un momento cíclico; un final con misterio incluido en el paquete dejando en ambigüedad la naturaleza del relato (¿alucinaciones o surrealismo?).


Angustiante ficción con sus dosis de humor negro incluido (gracias en parte a los amigos del protagonista); un trabajo que tuvo que ser hecho en poco tiempo (como 8 meses); una reflexión sobre la realidad y los mecanismos mentales que la deconstruyen.





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