11/10/17

Salem's Lot (Tobe Hooper 1979)

Nosferatu en el Bates Motel

Por Jorge Le Brun


¡Siniestro 2017! (hasta el día en que escribo esto), calamidades van y vienen; no se necesita ser un Nostradamus para saber que siempre las cosas pueden empeorar. Los miedos colectivos del hoy difieren de los del ayer; no por eso en lo que a cine se refiere, los clásicos son para menospreciarse, el hecho que las recordemos pese a las novedades “de brinco fácil” que en algunos casos se pretende pasar como el único cine de horror “que lo es porque asustó”.

Podemos encontrar en el legendario director de cine del género Tobe Hooper (fallecido este año) a uno de sus realizadores más influyentes; The Texas Chain Saw Massacre (1974) es quizá la más importante obra del slasher y de la que derivaría mucho de lo que se hizo en adelante en cuanto a “thrillers gore”. Fue el ya tener esa obra (cuyo impacto aún no llegaba a hacer la mella del día de hoy) en su currículo un factor para que el productor Richard Kobritz lo llamara para dirigir una película para televisión (dividido en formato de miniserie) estrenada en 1979 e inspirada en la segunda novela de Stephen King, Salem’s Lot.

El metraje de 3 horas divididas para la comodidad del televidente americano que lo vio en su estreno en la CBS es al día de hoy una de las mejores adaptaciones hechas sobre la obra de King. Puede verse completo en distintos formatos caseros e incluso en su momento se hizo un formato para los cines europeos siendo un trabajo perfectamente visible a la óptica cinematográfica. "Phantasma II" (como le pusieron en España a este trabajo que ni fantasmas tiene ni es la segunda parte de nada) tuvo guión adaptado de Paul Monash, la fotografía de Jules Brenner, el diseño de producción de Mort Rabinowitz y claro está, la música de Harry Sukman (última obra del compositor) de quien se pretendía evocara un “estilo a la Bernie Herrmann”; a criterio de quien sepa si eso se logró pero la musicalización fue genial.



Un hombre y un joven (Lance Kerwin) se encuentran en una vieja iglesia de Guatemala con el fin de cumplir una fatídica misión. Se reviven sórdidos recuerdos; el tiempo retrocede a dos años y la identidad del hombre mayor es la de Ben Mears (David Soul); un célebre escritor que había regresado al pueblo donde nació, Jerusalem´s Lot; conocido por sus habitantes como Salem`s Lot. Ben estaba obsesionado por la famosa y vieja casa de los Marsten; recuerdos y leyendas eran las semillas de la novela que quería escribir. Pero no solo llegó él, dos hombres oscuros toman posesión del misterioso hogar; el solemne señor Straker (James Mason) y el incógnito señor Kurt Barlow (Reggie Nalder). Con la llegada de los tres visitantes cosas extrañas y horribles comienzan a suceder: la gente empieza a morir o desaparecer dejándolo todo en desolación; Mark Petrie (el joven en la iglesia de Guatemala) niño obsesionado con las historias de terror y la mitología será uno de los pocos en entender lo que sucede.

Una crítica plantea lo siguiente: “¿Vio David Lynch esta película antes de hacer Twin Peaks o Mulholland drive? Del lado de su organización semántica, la serie se apoya en una oposición entre un mundo inocente y otro obscuro, perverso”. Directa o indirectamente Salem’s Lot plante por cada elemento espacial un espectro de su tonalidad; construye un pequeño pueblo al norte de Estados Unidos de casas pequeñas y bosque imponente; la sencillez del primero, los misterios del segundo, y claro, la temible casa Marsten como comodín.



Salem’s Lot es una historia alimentada de dos elementos: las casas encantadas y el vampiro clásico. En cuanto a lo primero no es nada descabellado ver que en muchas obras artísticas cuando se trabaja el concepto se suele usar de referencia arquitectura de principios de finales del siglo XIX o principios del XX incluso más que los viejos castillos europeos. Tobe Hooper buscaba elementos "hitchconiano" para el relato; no es de extrañarse entonces que la casa Marstein está inspirada en el mismísimo Bates Motel (Psycho 1960) “Pero este poder será sesgado cuando llegue al motel, pues el personaje se adentra en un espacio de horizontalidad que contrasta con la verticalidad de la casa de Norman Bates: el motel está al amparo y a la sombra de la misteriosa mansión”.

La mansión de los Bate fue construida en Laramie Street de Universal Studios, realizándose tan solo la fachada principal y lateral derecha. La torre y una porción de la parte frontal, fueron tomados de otras casas, (se utilizaron unidades de stock de varios edificios similares); con el paso de los años se convirtió en atracción de los Estudios Universales. Casas de estilo victoriano (según los que saben); la mansión Bates y por lo tanto la Marstein tienen de inspiración la pintura House by the railroad (1928) de Edward Hopper; el concepto de “la última casa”, abandonadas, alejada de la civilización, imponentes, símbolos de una siniestra y desolada aristocracia; consumidas solo por la misma naturaleza mientras estas consumen también las pupilas del voyerista. La casa de los Marstein tiene un evidente pasado, está en constante asecho de quien ose vigilarla y invita a oscuros habitantes a rondarla.











De izquierda a derecha: House by the railroad de Edward Hopper (1928), Bate house en Psycho (Alfred Hitchcock 1960) y Marsten house en Salem's Lot (Tobe Hooper 1979).






El segundo elemento, el vampiro, rinde también tributo a los grandes ancestros. “El vampiro maestro” es el último gran vampiro clásico, el heredero genuino no solo del Drácula de Bela Lugosi, Christopher Lee, Germán Robles; vampiros diabólicos pero erotizados que abrieron las puertas al enriquecido tema; es sobre todo el último heredero del conde Orlok de Nosferatu (W. F. Murnau 1922); un espectro infernal, el vampiro del folclor (y mitología) que aterraba y llenaba de desolación la tierra que profanase, lo que es el demonio al ángel es el vampiro al hombre solo que más peligroso, un señor de las tinieblas que gobierna sobre la carne y la sangre. Con sus inexpresivos brillantes y amarillentos ojos infernales, su piel enferma y sus largos colmillos, el de Salem’s Lot es el último príncipe de la tinieblas; el último gran vampiro en el cine de horror.


Los momentos de terror son muy bien ejecutados; incluso algún que otro acostumbrado al susto fácil de ahora podría llevarse una grata sorpresa. Las situaciones inquietantes no son pocas; pero quizá la más recordada en la cultura popular es ese momento nocturno en que un espectral infante flotando en la “noche plutónica” toca la ventana del cuarto de un niño, esperando que lo inviten a pasar; escena pesadillesca para quien de joven vio esta obra.  

Debilidad en la extensión de esta película puede ser las mismas flaquezas en la narrativa del verborreico King; que en ocasiones busca poner más peso en el contexto social que en la historia misma; también algunas transiciones (muy pocas en realidad) que evidencian que fue un trabajo hecho para televisión pública. Sin embargo, los aciertos son muchos más, Tobe Hooper no solo hizo un par de homenajes a Nosferatu y Psycho; creo una película espeluznante y sugerente con una bien lograda atmosfera de misterio; por el reto de la televisión, Hooper creo en su explicación “un ambiente que se siente como si no pudieras escapar; un recordatorio de que nuestro tiempo es limitado y todos los complementos que van con él".  








4/10/17

Le locataire (Roman Polanski 1976)

Fantástico suspenso, quimérico Polanski

Por Jorge Le Brun


«Era demasiado heterogénea; el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo animal. Con el tiempo, la Quimera tiende a ser "lo quimérico"; una broma famosa de Rabelais ("Si una quimera, bamboleándose en el vacío, puede comer segundas intenciones") marca muy bien la transición. La incoherente forma desaparece y la palabra queda, para significar lo imposible. "Idea falsa", "vana imaginación", es la definición de Quimera que ahora da el diccionario»

- Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios

De la obra de Roman Polanski hay mucho que decir, pero dados las limitaciones que supone hablar solo de una película (y probablemente de las limitaciones de su servidor), nos restringiremos a empezar con un trillado “Roman Polanski es uno de los grandes genios del cine y por supuesto, de los mejores realizadores del género de suspenso. Fin.” 

De la extensa obra de Roman hablaremos de la última película de la llamada (arbitrariamente) “trilogía del apartamento”. Sí bien no hay relación en los argumentos de las películas, se les denomina “trilogía” bebido a que las tres están ambientadas en el género del  terror psicológico, con protagonistas aislados del exterior donde la vida trascurre con normalidad, tonos tétricos o surrealistas, y un elemento que maneja su director mejor que casi nadie, la creación paulatina de una atmosfera inquietante y claustrofóbica. Las tres obras son: Repulsion (1965), Rosemary´s baby (1968) y la que nos atañe, Le locataire (1976). Cada una (como otro dato en común) ambientada en un departamento de una gran ciudad cosmopolita. La primera se desarrollaba en Londres, la segunda ocurrió en Nueva York y las alucinaciones que padeció el propio Polanski tuvieron lugar en los barrios bajos de París. 

El tiempo las ha tratado de forma particular, llevándose los reconocimientos en su momento de estreno tanto de público como de crítica Repulsion y Rosemary´s baby; mientras que Le locataire fue un fracaso en su estreno en Cannes. El envejecimiento ha convertido a la primera de esta trilogía en una de las menos conocidas del director (sin quitarle méritos), la segunda es un clásico del cine de terror y el cine de Hollywood de los 70; en cuanto a la película que nos atañe, el pasar de los años la ha convertido en una obra clásica de culto y para un sector se ha llegado a considerar una de las mejores películas de su director (mi favorita personal, agrego por cuestiones de pedantería).   

























El quimérico inquilino

El artista multifacético Roland Topor fue junto a Fernando Arrabal y el “ocultista” Alejandro Jodorowsky quienes empezaron con el movimiento  (para algunos fue porque nacieron demasiado tarde para ser llamados surrealistas) pánico. En dicho movimiento había una búsqueda por la estética de lo grotesco, elementos surrealistas, morbo a la deformidad y en el caso de Topor, el miembro más discreto del grupo y el que mejor supo representar el carácter irrespetuoso y lúdico del movimiento, había una gran dosis de humor negro (aunque el preferiría referirse a eso como “burlesco”).


Dibujante e ilustrador principalmente, eso no impidió a Topor participar en otras disciplinas. Entre las que podemos destacar están su trabajo en la escritura y producción tanto en teatro como en cine; siendo guionista y productor de películas como La Planète Sauvage (1973), la menos conocida Marquis (1989), entre otros trabajos. Por supuesto es el autor de la novela Le Locataire chimérique que narra la historia de un hombre francés cuya cordura se ve alterada por una serie de eventos extraños en el lugar donde reside: un apartamento rentado; el mismo argumento que adaptaría Polanski para su película.
Bosquejo para Marquis (Henri Xhonneux 1989)

Gran parte de la obra de Topor (que al igual que Polanski fue judío polaco francés) está impregnada con lo “quimérico”, horrores risibles, asociaciones imposibles; sus trazos solían dibujar caricaturas de las distorsiones que él veía en la cotidianidad. Los sistemas híbridos que fusionan distintas piezas son precisamente lo que componen lo “quimérico” que en el artista se convierte en dicotomías irónicas que en muchos casos hablan de algo no tan irreal.


Paranoia travestida con xenofobia

La historia comienza con el buen Trelkovsky (el mismo Polanski), un ciudadano parisino de origen extranjero y de ameno trato; un hombre común y corriente de clase media-baja godínez europeo de fiesta ocasional, quien renta un apartamento en un pequeño edificio siempre en penumbras al severo y dominante Monsieur Zy (Melvyn Douglas), típico cancerbero muy pendiente de que sus inquilinos tengan la menor vida personal posible. El protagonista se entera que la inquilina anterior había intentado suicidarse al arrojarse por la ventana del apartamento y que aún no se confirmaba su estado de salud; conoce de paso a Stella (Isabelle Adjani) amiga de Simone (la inquilina anterior) con la que empieza una relación. La cosa se complica conforme Trelkovsky tiene que lidiar con el comportamiento errático y deshumanizado de sus vecinos a la vez que el “fantasma” de Simone que pareciera dejarlo sin identidad.



La primera mención del relato va sobre unos vecinos que son abiertamente hostiles; que conspiran para echar a la gente que les molesta e invade la intimidad de su bloque de pisos. A destacar la conserje (Shelley Winters) malhumorada y agresiva o la aún más insufrible esposa del casero Madame Dioz (Jo Van Fleet), matriarca temible intolerante e intolerable, guía espiritual de la vecindad que se vuelve contra quien no se someta. El grupo de forma rotunda: hace (intencional o no) que Trekovsky asuma un papel y empieza a diluir el yo del grupo. Él no toma posesión del apartamento, es el piso el que lo hace su inquilino moldeando su ser; un ejemplo de esto se evidencia cuando reflexiona sobre el tema “sí uno perdiera la cabeza ¿dónde residiría el yo? ¿En el cuerpo o en la cabeza? ¿En qué momento exacto uno deja de ser uno mismo y pierde su identidad?”


Del guión adaptado por Gérard Brach y cuya fotografía corrió en manos de Sven Nykvist (quien trabajara en gran parte de la filmografía de Ingmar Bergman) podemos destacar la construcción de una atmósfera inquietante en el tenebroso y decadente edificio. Entre los momentos de suspenso del film es por supuesto destacable ver cada noche a un vecino diferente pasar un largo ratos en el baño del edificio mirando hacia la habitación del protagonista; simplemente de pie y estáticos, detrás de la ventana y con una luz amarillenta que deja sus pieles igual, como una pintura que apenas y respira mirado desde el punto de vista lejano de Trelkovsky, crea una excelente cuota de turbación. Por supuesto no podemos olvidar cuando la realidad abandona y deja paso a lo onírico; y vemos en alucinaciones las formas tan monstruosas en que son percibidos esos insoportables vecinos.   

Por último, es bastante buena la actuación de Polanski en su trasformación en paranoico y suicida travestido. No solo fue el lidiar con Stella y otros conocidos de Simone, nace la “quimera” finalmente cuando Trelkovsky encuentra un vestido que le pertenecía a ella; se empeña en convertirse en la inquilina anterior físicamente al mismo tiempo que intenta convencerse de que sigue siendo él mismo y del complot de sus enemigos. Termina la historia con un momento cíclico; un final con misterio incluido en el paquete dejando en ambigüedad la naturaleza del relato (¿alucinaciones o surrealismo?).


Angustiante ficción con sus dosis de humor negro incluido (gracias en parte a los amigos del protagonista); un trabajo que tuvo que ser hecho en poco tiempo (como 8 meses); una reflexión sobre la realidad y los mecanismos mentales que la deconstruyen.