7/4/16

Rope (Alfred Hitchcock 1948)

Teatro de Dorian Gray “soplanucas”

Por Jorge Le Brun


“Claro. Nunca emprendo nada si no estoy seguro de que va a salir perfectamente. Siempre he procurado fomentar en mí el talento artístico. El crimen también puede ser un arte. La pasión de matar puede satisfacerte tanto como la pasión de crear. Philip ¿te das cuenta de que lo hemos hecho exactamente como lo habíamos planeado? Ni siquiera hemos cometido el más mínimo error. Ha sido perfecto”.
- John Dall como Brandon

Los aportes técnicos de la obra de Hitchcock son tan influyentes al día de hoy que forman parte del conocimiento acumulado de toda producción; el regordete director dejó su huella bien marcada entre los grandes del cine. Si bien, era un preciosista del montaje y de los trucos con la cámara, no tuvo impedimentos en contradecirse cuando rodó Rope (1948); un experimento que fue perdido por lo años junto a Rear window (1954), The trouble with Harry (1955), The man who knew too much (1955) y Vertigo (1958), cuando el director retuvo los derechos de esos trabajos y que solo cuando su hija (quien los heredó) se dio cuenta que eran suyos en 1984 fueron redescubiertas para el público. Hitchcock no era muy fan de esta película, que pese a ello, se le pueden achacar ser la antítesis de la Ventana indiscreta: James Stewart con personajes opuestos, un asesinato aparente en una y uno evidente en la otra, ambas ocurridas en un solo espacio aunque una con un montaje elaborado y la otra es el trabajo icono del plano secuencia.

Rope es también su primera película a color, la primera producida por él mismo y la primera colaboración con James Stewart. El objetivo del director era rodar toda la cinta en una sola toma y unir más que nunca las barreras entre el teatro y el cine. Las limitaciones tecnológicas de la época le impidieron ser el primero en lograr la tarea (esta se logró hasta 2002 con El arca rusa); tuvo que hacer nueve cortes y la mayoría de estos fueron acercando la cámara a la espalda de personajes para cerrar la toma con el negro. La historia está inspirada en la obra de teatro Rope (está pasó por Broadway) de Patrick Hamilton, trabajo que trata sobre una pareja de homosexuales que asesinan a un compañero de estudios para expresar su “superioridad intelectual”, y también en el caso real de Nathan Leopold y Richard Loeb, dos ricachones de Chicago que en 1924 asesinaron a un niño de 14 años al pretender llevar a cabo “el crimen perfecto”.




La historia empieza con Brandon (John Dall) y Phillip (Farley Granger) - dos jóvenes y exitosos universitarios – estrangulando con una Soga (1948) a su “buen amigos” David (Dick Hogan). Al asesinarlo y ocultar el cadáver en un enorme baúl se disponen a tener una cena en la que están invitados el padre y la tía de David (Cedric Hardwicke y Constance Collier), su novia Janet (Joan Chandler), el exnovio de esta (Douglas Dick) quien fuera también un amigo del difunto anónimo, y finalmente, Rupert Cadell (Stewart), quien fuera profesor de los jóvenes y quien tiene una particular forma de pensar sobre el asesinato. La cena es un divertimento (más para Brandon que para el nervioso Phillip) para probar su superioridad y su derecho a matar o para obtener la aprobación del cínico Rupert si logra descubrirlos. 

Lo importante del filme es el juego que plantea, poniéndonos desde la perspectiva de estos asesinos y como evitan ser descubiertos mientras comen en una “mesa improvisada” en donde el mantel, las velas, los platillos y el vino son colocados encima del baúl que contiene el cadáver; siempre con la “terrible amenaza” de que sean descubiertos. La historia pretende una narrativa en tiempo real (bastante manipulada por Hitchcock) con un asesinato, una cena posterior y el descubrimiento del crimen, en tan solo 77 minutos.



Entre los intérpretes por supuesto están el impulsivo Philip y el esteticista Brandon, la pareja de snobs asesinos; el primero incapaz de hacer frente al asesinato que cometió por estar demasiado nervioso con los invitados, el segundo regodeándose en su crapulencia y pensándose como un ser superior con el derecho a quitar vidas a los no merecedores, siempre gustoso de jugar con las personas a su alrededor. Los dos personajes a la expectativa de su antiguo tutor, Rupert: Phillip teniéndole pavor por su constante insidia y Brandon jugando al juego del gato y el ratón, esperando a que los descubra y queriendo deseando saber si aprobaría sus acciones; el filosófico profesor después de todo, con sus ideas inspiradas en el “super-hombre” nietzscheano y en la obra de Thomas de Quincey (Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes) siembra sin querer las semillas que lleva a estos jóvenes a cometer su empresa. Esta relación es comparable a la que tienen Dorian Gray con Lord Henry Wotton en la obra de Oscar Wilde. Por otro lado es el personaje de Stewart también el más enigmático, sin importar que crea que un mundo mejor vendría con gente con derecho a asesinar, es el único que trata de forma particular a la ama de casa, la señora Wilson (Edith Evanson), como una igual (con la que se casaría solo por la comida) a diferencia de los demás, que aunque con respeto, la siguen viendo como una criada, denotando que la superioridad que Rupert afirma para su “super-hombre” no es la de clases que entendió Brandon con su inseparable Phillip.




La homosexualidad - tema tabú en el Estados Unidos de aquellos años - fue colocada con sutileza, al igual que la sexualidad; una escena con referencia a esto último puede ser cuando Brandon (después del asesinato) acaricia con infundía el cuello de una botella de champagne. Según los críticos e historiadores del cine es también una escena homoerótica el asesinato en si, en donde se ve la euforia del orgasmo y decaimiento posterior. El personaje de Rupert por supuesto era originalmente homosexual, sin embargo el "héroe americano" John Stewart no podía cometer “el pecado” de ser un “muerdealmohadas” en los 40s ¡Él jamás! ¡Macho forever!

Película que sin duda asemeja a la puesta en escena de alguna obra de teatro, con su melodrama y personajes lineales. Donde los dandis viven una tensa jornada deseando no ser descubiertos por un crimen cometido solo para experimentar. Curioso que para el director de la cinta se trata de un “experimento fallido”; muchos al día de hoy notan lo mucho que la subestimó (sobre todo los que saben), después de todo, ni hay acuerdo, ni hay crimen perfecto. 



5/4/16

La Science Des Rêves (Michael Gondry, 2006)

Soñémonos mutuamente

Por Bárbara Huipe

¿Es acaso la vida tan bizarra como un sueño o son los sueños tan vívidos como la propia realidad? Parece ser la interrogante de la que partió Gondry con La ciencia del sueño.


Con el indiscutible estilo propio que ha caracterizado al francés desde su trabajo en la dirección de videos y comerciales hasta sus obras para la pantalla grande; esta película, protagonizada por Gael García y la franco-inglesa Charlotte Gainsbourg, cuenta una historia sencilla y cercana.

Gondry reinó en los años 90 con su producción de videos musicales entre los cuales se cuentan varios trabajos con el grupo Oui Oui, Björk, Radiohead, Chemical Brothers, Kylie Minogue, Daft Punk e, incluso, Paul McCarney (ya en los “dosmiles”), entre una muy extensa lista; además de comerciales para grandes compañías que han alcanzado reconocimiento internacional.

La obra de Gondry está llena de efectos visuales logrados con juego de cámaras, exposición múltiple, uso de la perspectiva; así como un toque muy particular con los escenarios construidos artesanalmente (muchos años antes de que esto fuese una moda) lo que los hace, al mismo tiempo, delicados y atemporales.

Y es precisamente este último rasgo el que más destaca en La ciencia del sueño, pues bien se pudiese pensar que es una película de la década de los años 90 o anterior, será tal vez que tanto su historia como sus personajes resultan universales: la eterna lucha por entender el universo interno del ser que se ama.

El genio de Gondry ya había alcanzado relevancia en el mundo cinematográfico dos años antes con la magistral Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), cinta en la que también se desarrolla una historia romántica interactuando con la turbulenta mente del protagonista, en ésta el francés colaboró con el guionista Charlie Kaufman.

La ciencia del sueño es, sin duda, una propuesta muy interesante, cargada de detalles que sólo tras mirar la película varias veces se van desvelando y cobran sentido dentro del denso mar de alusiones; entre escenarios de cartón y efectos de stop motion con excelentes interpretaciones y un soundtrack imprescindible para tu reproductor.

García es Stéphane Miroux, francomexicano de padres divorciados, tímido y “despatolado”, es difícil discernir dónde termina el actor y empieza el personaje. Por su parte, Gainsbourg construye a Stéphanie, la vecina introspectiva  de su homónimo masculino, un personaje muy de la paleta de colores de la actriz.

La relación entre éstos se ve mediada por la peculiar forma en la que Stéphane vive entre su mundo onírico y un empleo que se empeña en matar su espíritu. Los vecinos se encuentran en una de esas complicadas relaciones donde la falta de amor no es el problema, sino hacer coincidir sus afectos.

Son comunes los dramas de amor mal correspondido, pero este largometraje presenta una perspectiva diferente: la lucha de Stéphane por recobrar el interés de Stéphanie que él en algún momento no correspondió y que, a lo largo de la historia, se le vuelve sustantivo. ¿Alguien se identifica?

Evitando clichés, la película presenta el choque con el que el mexicano se topa al regresar a Francia, principalmente en su trabajo donde el comportamiento de sus compañeros se transfigura en sueños diurnos y noches agotadoras.

Sin ser ambiciosa es una obra que resulta entrañable e, inevitablemente, invita a hacer algunas reflexiones sobre cómo nos relacionamos con los demás, sobre todo con aquellos a quienes más apreciamos. Me hace preguntarme si hay personas a las que estamos destinados a querer pero sólo es posible tener manifestaciones de su amor descendiendo en los niveles de la inconsciencia.











2/4/16

El Lado Oscuro Del Corazón (Eliseo Subiela 1992)


Que sepan volar

Por Víctor Gutiérrez




"Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo. Un cutis de durazno, o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí… y en esto soy ¡irreductible!… no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo". 

Primer fragmento de Espantapájaros, poema de Oliverio Girondo y preludio de El lado oscuro del corazón (1992), un drama argentino que escudriña en los vaivenes del amante irresoluto. O la historia de Oliverio, un poeta que -tal como su homónimo citado-, no le perdona a una mujer que no sepa volar.


Mientras visualizaba El lado oscuro del corazón no dejé de recordar esa novela (o anti-novela, dicen algunos) tan singular de Cortázar llamada Rayuela. Y es que el film tiene esa atmósfera bohemia y una prosa que aplaudir; las contemplaciones tácitas de su protagonista o esas caminatas en las calles de Montevideo y el Buenos Aires noventero. La ciudad de la furia. Estamos pues ante una obra surrealista que capta la atención de todo aquel aficionado a la poesía, pero también a esos incautos que, como yo, son ignorantes en la materia.

La historia, dirigida por Eliseo Subiela, describe los días de Oliverio (Darío Grandinetti), poeta lúgubre que, amén de vender quizá unos librillos, se gana algunos pesos recitándole poemas a los transeúntes, o cualquier desprevenido. Y va por ahí cortejando mujeres que luego desechará con sólo presionar un botón alevoso en su buró. Hasta que, en un tugurio maltrecho de Montevideo, conoce a Ana (Sandra Ballesteros), la prostituta de la que se enamora.

Oliverio (Dario Grandinetti)

Ana (Sandra Ballesteros)

A lo largo de la película veremos al protagonista recitar poemas de Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo, rompiendo así los esquemas del guión convencional donde los diálogos son (más allá su temática) cotidianos. Aquí es poesía y nada más. Hasta las frases más sobrias lo son.

Otras cosas tan inverosímiles como Oliverio conversando con la muerte, o con sus múltiples personalidades; ésas que le atormentan. A la vez que la aparición de personajes entrañables, pintorescos: un escultor rebelde de obras sexuales que transgreden a su época, el hombre extranjero… el señor de los asados que da comida a Oliverio y los dos primeros a cambio de sus poemas. La puta de ojos claros, la ciega, la del bigote. O el mismísimo Benedetti recitando poemas alemanes en aquella taberna Uruguaya; ensalzando así los confines del cameo. Ah, y olvidaba decir, el trencito que nuestro romántico, patán y taciturno suele jugar en la soledad de su apartamento.

Oliverio y el trenecito

Oliverio y La Muerte (Nacha Guevara)

Ya deberías saber que el amor es una trampa que se tiende al hombre para perpetuar la especie... un mecanismoes un mecanismo… le dice la muerte a Oliverio, esbozando uno de los tantos debates que tienen a través del metraje. En El lado oscuro del corazón ningún personaje sobra, todos tienen algo que decir aunque no sea con palabras. Todas las piezas encajan con lírica enardecida. Postales. Metáforas. Poesía. Boleros lastimosos, arrabaleros… el Algo contigo del trío Los Panchos. 

A El lado oscuro del corazón hay que verla con degustación poética y ganas de tango, no de un romance cómico dominical. Estar dispuesto a tragarse todos sus versos.  



No puedo decir más de esta película, sólo vela si amas la poesía. Y si no la amas, si no eres poeta ni lector, arriésgate como hice yo. No suelo adentrarme en cuestiones técnicas pues sé poco y me limito a las virtudes que un simple aficionado como yo percibe. Y sólo escribo sobre películas que me gustan. ¿Hace falta decir que ésta tiene un lugar en la lista?


Puedes verla en Youtube: