22/9/18

Nick Cave: guionista y actor de su mundo

Por Bárbara Huipe

Si hay que definir a este sujeto en una palabra, yo diría “histriónico”. Sin apenas darte cuenta, escuchar a Nick Cave and the Bad Seeds es sumergirte en una compleja trama tejida través de la lírica que el músico ha creado en al menos 40 años en las artes.

La teatralidad de Cave no estaría completa sin haber llegado al cine, arte en el cual colabora aportando soundtracks, como guionista e incluso como actor, desde la fecunda década de 1980, en la que tomó fuerza su carrera musical.

Como acotación es imprescindible señalar que el hecho de haber escuchado por primera vez a Nick Cave (porque primero oí el soundtrack y luego vi la película) en “Der Himmel über Berlin” (1987) era sin duda un gran augurio, es como si Wim Wenders me lo hubiese recomendado.

“From her to Eternity”, no es sólo el primer álbum de Nick Cave and the Bad Seeds, su banda más importante, representa también su primera colaboración con Wim Wenders y su aparición en la gran pantalla, ambas actividades se extienden hasta la actualidad.

Un muy joven Nick Cave y su banda aparecen en una de las escenas finales de “Las alas del deseo” (título en español) interpretándose a sí mismos tocando en un bar. Este trabajo con el cineasta alemán es un hito porque se trata del registro de un momento medular para las artes: Berlín en la década de 1980.

En esa época Cave vivía en la capital alemana en un diminuto departamento, fue parte de la oleada artística que se gestó ahí y de la que se desarrollaron diferentes movimientos musicales y culturales; todo ello queda registrado en “B-Movie: Lust & Sound in West-Berlin 1979-1989” (2015), película que reúne registros fílmicos inéditos de los diversos personajes que habitaban las noches de Berlín en esa década; Cave, Blixa Bargeld, su guitarrista, y David Bowie, son algunos de ellos.


Las películas con bandas sonoras que incluyen la música de Nick Cave van desde obras dirigidas por Martin Scorsese, pasando por su actuación junto a Brad Pitt en “Johny Suede” (1991), hasta sagas como Harry Potter, Shrek, Scream, Hellboy, por mencionar sólo algunos títulos.

Así también son diversas las series en las que aparecen canciones de Cave: X-Files, American Horror Story, Californication, Dr. Who, True Detective, entre otras. Marca la cumbre de este rubro la serie británica Peaky Blinders (estrenada en 2013), en la que “Red Right Hand” es el intro en todas sus temporadas, además de incluir otras canciones de Cave a lo largo de la serie, y la misma “Red Right Hand” interpretada por otros músicos como PJ Harvey, The Artic Monkeys, Iggy Pop y Jarvis Cocker.

Especial mención merece el soundtrack hecho por Cave y Warren Ellis, multiinstrumentista de los Bad Seeds, para “The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford” (2007), en la que además el músico hace una breve aparición interpretando a un cantante de cantina.

Resulta fácil evocar los páramos, el frío y la nostalgia del western con el piano y los violines que componen esta banda sonora y que es muestra de una vertiente que ha tomado el trabajo del dúo Cave-Ellis en la que también se pueden mencionar “The Road” (2009), la serie “Hell or High Water” (2016) y “The Proposition” (2005), de la que Cave fue además guionista.

Dos referencias más que merecen un especial acento son sus documentales. El primero: “20,000 Days on Earth” (2014) en el que el trabajo en su álbum “Push the Sky Away” resulta pretexto para asomarse a la vida del creador en el que se supone es su día número 20 mil en la tierra.


Yendo de su cama al estudio de grabación, platicando con integrantes y exintegrantes de los Bad Seeds, en consulta con su terapeuta, el documental dirigido por Iain Forsyth y Jane Pollard engancha no sólo por los datos biográficos y la cotidianidad del músico, también por las reflexiones de un Nick Cave ya entrado en años que cuenta su vida ya no en años sino en días, y permite ver parte del proceso creativo, para terminar el día comiendo pizza y viendo una película, que se especula es Scarface, sentado entre sus hijos gemelos, siempre enfundado en su impecable traje sastre.

El segundo documental y más reciente es “One More Time with Feeling” (2016), éste con una raíz más oscura (y vaya que su paleta siempre ha tenido una tonalidad así), en este caso a partir de la muerte de uno de sus gemelos en 2015.

Tras el deceso, Cave decidió continuar adelante con el álbum que se encontraba grabando como catarsis ante el inminente dolor, pero no haría gira promocional; en su lugar recurrió a Andrew Dominik, el director de “The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford”, para un nuevo documental que registrara el proceso del disco y se estrenó prácticamente a la par de éste.

Hablar del músico oriundo de Warracknabeal, Victoria, Australia es hacer referencia a The Boys Next Door, The Birthday Party, Grinderman, la pintura, la literatura, a "Lolita" de Navokov, a Brighton, Berlín, São Paulo; a un imaginario que es por un lado violento y sexual, y por otro, profundamente reflexivo.

Todo ello entreteje la trama de una cinta que es al mismo tiempo thriller, western y documental: su vida y obra. Mientras escribo esto, 22 de septiembre de 2018, Nick Cave llega a sus 61 años (o 22,265 días), honor a quien honor merece.




25/7/18

Los caminos de la cinefagia

Por Bárbara Huipe

Sin mayor pretensión que explicar mediante el presente mi muy particular forma de ver cine, no queriendo con ello adoctrinar, sino simplemente compartir mi experiencia y esperando saber si alguien se encuentra en la misma situación, alguna similar o, inclusive, una contraria, me permito expresar lo siguiente.

En muchas charlas de oficina -también en otros ambientes- se me refiere “ser intelectual” y, por ello, selectiva (con un tinte snobista) en cuanto al cine que prefiero ver. Mi explicación (aun cuando no se la deba a nadie) es mucho más práctica de lo que quien así me cataloga se imagina.

Aunque cuento el cine entre mis aficiones, reconozco que no veo tantas películas como quisiera; no me alcanzaría la vida para ver todo lo que quiero o, más bien, no hago que me alcance. Tal vez por eso soy una mala cinéfila; mis correligionarios de este blog se conocen al derecho y al revés a los clásicos y además están al día con lo que está en las salas, mis más sinceros respetos. 

En todo caso, mucho me temo que soy más práctica de lo que quisiera admitir. Ver una película implica cuando menos dos horas, sin importar si se trata del llamado “cine de arte” o de una “película comercial” (todo es comercial de alguna manera, ¿no?); de ahí que si pretendo quedarme sentada por ese lapso, mínimo espero que el filme me atrape.

Cuando estoy frente a una película hay dos posibilidades. La primera es que se trate de una trama realista, si es así el mínimo requerido es que resulte verosímil; de no serlo, a cada momento estoy pensando “eso no ocurre así por ninguna razón en la vida real”. El resultado es que no me deje llevar por la trama y termine desertando o simplemente que la película me deje la sensación de que desperdicié dos valiosas horas. Se me ocurre una larga lista de ejemplos de comedias románticas que caben en esta categoría.

La segunda posibilidad es que se trate de una película de corte fantástico, es decir, que ofrezca su propia realidad. En este caso considero que para poder disfrutarla, el propio universo que presenta debe ser autosostenible y aportar los elementos necesarios para interpretarlo. De esta pata cojean muchas de las películas de súper héroes recientes, su argumento carece de congruencia consigo mismo.

Para esclarecer sirva la siguiente comparación. Entiendo la pintura abstracta y la danza contemporánea como expresiones artísticas que buscan causar sensaciones, aun cuando su discurso escape a algún tipo de lógica, observar y sentir es la premisa. En cambio con el teatro y el cine, cuando intentan representar un cacho de realidad, si no resulta creíble (en tanto realidad), se caen a pedazos.

El cine, a medio camino entre arte y entretenimiento, tiene la labor de hacer sentir, y al mismo tiempo contar una historia mediante una trama que será entendida desde diversidad de condiciones, según cada espectador; cuenta para ello con recursos como la actuación, musicalización, efectos especiales, guión, etcétera.

Tratando de trascender el “yoyismo” (aun cuando advertí que se trata de mi experiencia individual) y tratando de dejar una reflexión sobre la industria en general, hay que decir que el progreso en la tecnología cinematográfica no debería representar un retroceso para los argumentos, la ciencia ficción ahora es, en muchos casos, 90% CGI – 10% guión.

La avasallante expansión de Netflix y otros sistemas de streaming son muestra de que hay públicos diversos y exigentes, si bien hay quienes desean ir al cine a apagar el cerebro un rato, considero que el cine puede ser entretenimiento sin subestimar el juicio del espectador.

Si bien no pretendo ni espero que cada título que se exponga en la marquesina sea una obra maestra suprema, sí creo que pueden haber comedias, dramas, cintas de terror, o cualquier género de una hechura inteligente y quitándose ese saborcito característico de Hollywood.

Que la oferta fílmica sea diversa, rica en géneros, que cuente historias de amor, de héroes, de gente común, que rememore la historia o adapte hazañas ya contadas mil veces, que plantee posibles futuros, que cree héroes y villanos y luego desdibuje la línea que los separa. El género no es el problema, tampoco lo es su financiación. Que el cine entretenga, inspire, emocione, cause terror: que sea brillante, ése es su verdadero reto.