La panza grecolatina
Por Jorge Le Brun
“El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo
cuando has olvidado el fin”.
- George Santayana
Las obras de arte son un
medio de comunicación en medida de lo que expresan y las referencias culturales
de sus respectivos públicos. En el arte se han expresado sentimientos y
abstracciones de los mismos, pero también ideas concretas; filosóficas,
políticas, se trata más bien de la objetivación de la conciencia; esa maldita
de la que los surrealistas intentan escapar utilizando los sueños y elementos inconscientes
para crear sus obras, pero incluso en la técnica (o carencia de esta)
¿Podríamos decir que hay una ideología plasmada? De alguna forma tal vez esto tenga algo de cierto, ejemplos hay en los diseños arquitectónicos a
través de la historia, los nazis querían emular al imperio romano, la escolástica fue una corriente filosófica que influyó en el arte realizada durante el medievo, el
barroco fue influido por la contrarreforma católica, y podemos observar que a
más antiguo mayor sencillez en el diseño pues las referencias ideológicas eran
menores, pero no inexistentes.
El director de cine Peter
Greenaway lo entiende como pocos; su obra trata sobre esto y su propuesta
visual es romper con el lenguaje cinematográfico aún en uso en búsqueda de
nuevas formas, "el cubismo en el cine", afirma. Sus cuadros son los de todas esas pinturas, sin importar el
dialogo o movimiento que realice su cámara; él trata de crear “sus pinturas
sonoras”. En este caso nos recuerda al arquitecto Étienne-Louis Boullée, a través
de un fanático empedernido que trata de abrir una exposición sobre sus
proyectos mientras lidia con un fatídico dolor estomacal y una creciente
paranoia contra su esposa.
El conflicto de la historia
se da cuando nuestro fanático de Boullée empieza a sentir un gran e incesante dolor
en el vientre, tiene terrible paranoia de que alguien lo está envenenando, y
comienza a escribirle en un diario a “su héroe” muerto muchos años antes de que
el hiciera su exposición con la esperanza de mantener (o imaginar) una relación
epistolar con Boullée. Mientras esto sucede, algunos de los socios de
Kracklite, conspiran contra su proyecto, e intentan apropiárselo, pero no
solo eso, uno de estos socios también toma a la mujer del arquitecto.
La historia no es del todo precisa
y en muchas ocasiones solo funciona para ir moviendo el lenguaje audiovisual
propuesto por Greenaway, pero no se pueden negar los temas que son denunciados por el arquitecto Kracklite a lo largo del metraje. Dice alguien que “El mundo
de Kracklite consiste esencialmente en la relación con ese ser encarnado por
Boullée. Uno está hecho en referencia al otro; relación en espejo donde uno
ofrece al otro su imagen invertida”. El arquitecto está obsesionado con Boullée
al punto de escribirle, se identifica profundamente con este, pues en realidad él
es un gran planificador que nunca terminaba sus proyectos, piensa que morirá de
la misma forma que su héroe; la neurosis lo lleva a plantearse ese problema
existencial entre lo “concreto” y el cada vez más despreciado aspecto teórico en las
sociedades modernas; su propia esposa le echa en cara su escasa producción
arquitectónica que según ella ironiza, Boullée no es sino un invento del propio
Kracklite. Todo lo dicho mientras el arte, que siempre expresa lo ideológico,
es manejado por intereses materiales que se ven en la película por medio de los hermanos
Speckler: Caspasian seduce a Louise, y Flavia se convierte en la sombra de
Kracklite al documentar lo que hace en sus delirios; todo para finalmente hacerse
con la exposición.
Es en los delirios y la soledad en la que se encuentra el protagonista en donde se aprecia la esencia del trabajo de Greenaway, la ciudad de Roma es un grato personaje que cumple su papel al mostrarse tal cual. La soledad de Kracklite es vista por una atmósfera atemporal y grecolatina en donde la fotografía imita perfectamente los elementos de grandes cuadro. La mayor parte del trabajo es vista en planos generales incluso en la intimidad o los diálogos, haciendo escenas largas y con pocos cortes e imitando el arte de autores como De Chirico, Rembrandt, Jan Vermeer, Jan Six en su contenido visual. Como se menciona en la escena desarrollada en los baños de Adriano “las ruinas romanas hablan por sí solas, ya que lo que no se ve se puede imaginar”. Desde la llegada a Roma se empiezan a ver panorámicas similares a postales, de paisajes naturales y edificios representativos todo con la propuesta del director; la película está llena de espectaculares ambientes barrocos que se sostienen esta vez en la propia geografía urbana de la capital italiana.
La escultura no queda fuera
de este relato y es que entre las obsesiones que Kracklite desarrolla venido
con la paranoia de que su esposa lo envenena con higo (cual Augusto imperial),
una obsesión con los vientres que nadie a su rededor puede entender; imágenes
del abdomen de hombres romanos algunos muy prominentes y otros un tanto
curveados, que son fotocopiados de esculturas (y pinturas) en su mayoría. Una obra
que se sirve de lo formidable de su entorno para evidenciar lo pequeño que
somos y lo diminuto que son a veces nuestros dramas en el universo de las
representaciones. Otro ejemplo de la escultura se ve cuando el arquitecto tiene
un dialogo con su doctor en un pasillo en el que hay varios bustos de
emperadores romanos y el médico habla de sus distintas vidas y sus formas de
morir con un denominador común, sufrimiento.
Nepturno de Agnolo Bronzino, uno de los vientres a los que se hace referencia en el metraje |
La música es realizada por las
partituras de Wim Mertens y Glenn Branca que acompañan las imágenes logra
momentos de forma magnificente; con Struggle for Pleasure como tema principal,
la cual acompaña paisajes antes de introducir a escenas importantes, la cual
acompaña e introduce la atmosfera de urbe antigua y casi onírica durante la
historia.
Película que odiaras si no
quiere imaginar más signos en el lenguaje cinematográfico o que amaras si gustas
de todo. La historia de un hombre hipocondriaco y sentenciado, lleno de
delirios y en autodestrucción, un arquitecto que intenta comunicarse con el
hombre al que quiere emular en cada aspecto; no por nada el estómago concentra
la mayor parte de la carne del cuerpo y ahí está el ombligo, esa cicatriz que
queda al romperse el cordón umbilical con alto poder simbólico, por algo
algunos quieren ser “el ombligo de algo”, quieren estar rodeados del grueso de
la carne, o dicho en otras palabras, rodeados de lo más colosal de la
arquitectura.
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