15/12/15

Lady Snowblood (Toshiya Fujita 1973)


De femme fatales y Lady Snowblood

Por Víctor G. Gándara


"En los tiempos antiguos, los guerreros más 
hábiles primero se hacían invencibles, luego 
esperaban a que el enemigo fuese vulnerable"

-Sun Tzu


Hoy hablaremos de Lady Snowblood (1973), una joya asiática de artes marciales y venganza (la mancuerna perfecta, si están de acuerdo). Pero primero echémosle un vistazo a las vengadoras más famosillas (sólo algunas). 


La femme fatal es de esos arquetipos imprescindibles para la cultura popular, hallándose no sólo en libros, cine y televisión, sino en videojuegos, comics y hasta pinturas. Aunque podría pensarse que su fama pulula sólo en varones, cierto es que levanta admiración entre algunas, tal como el héroe (ese apuesto y tenaz caballero que mata o enamora con el mínimo esfuerzo, dígase James Bond o similares) que cautiva a las incautas y a chavales -con fantasías de parecérsele- por igual.

El universo cinematográfico nos legó a la mítica Gilda (1946), envuelta en polémica e interpretada por Rita Hayworth. La misma Marilyn Monoroe encarnó lo suyo, aunque ella -aparentemente- lo llevaba en la sangre. Si recurrimos al mundo de los videojuegos algunos recordarán a Lara Croft, heroína virtual llevada más tarde a la pantalla grande y personificada por la ya cuadragenaria Angelina Jolie. Por su parte, Milla Jovovich tiene en su haber dos o tres hembras fatales, una (quizá la más popular) embellece la saga Resident Evil, aunque a mi parecer Leeloo (del Quinto Elemento) fue mejor.


Milla Jovovich en The Fifth Element

Por cierto, Luc Besson parece tener un fetiche con esta especie, pues no sólo nos regaló a Leeloo, la legendaria Nikita (1990) se incorpora a la lista; tal vez su obra más grande después de León (1994). Al éxito de la femme Nikita le seguirían varios remakes para cine y TV. Más recientemente lanzó Lucy (2014), con my lady Scarlett Johansson. Está de más decir que el director francés tiene buen gusto para sus protagonistas.

Todo artista está influenciado de una u otra manera, aunque las influencias de algunos son más pronunciadas. Tarantino es uno de esos casos, quienes están familiarizados con el cine del director (y sus referencias) sabrán que éste es un tipo de Victor Frankenstein del séptimo arte... cine asiático, spaghetti westerns, series B, explotation, Kurosawa, Leone, y cuantas fuentes puedan ocurrírsete; toma los ojos de uno, el cuerpo de otro, las extremidades de aquél, la sangre del resto, y ensambla un monstruo adorable. Precisamente Kill Bill (2003) es un saco de remaches; el traje amarillo de Beatrix Kiddo (Uma Thurman) es un guiño al de Bruce Lee en Game of Death (1978), por ejemplo. Aunque la musa más grande fue sin duda Lady Snowblood; muchos coinciden en que Kill Bill es -categóricamente- la versión Tarantinesca de la peli nipona. De hecho nuestro querido Quentin tomó parte del soundtrack de la asiática para usarla en su nena. Ambas pelis tienen el mismo espíritu: la venganza de una fémina.

Lady Snowblood, sin ser la gran obra maestra, ofrece una estética hechiza y cumple los cometidos del entretenimiento. Basada en un manga del mismo nombre y llevada a la pantalla grande por Toshiya Fujita en el 73; la secuela al año siguiente. También tuvo su remake en el 2001.

Yuki haciendo poesía
Un grupo de sádicos ataca a una familia campirana; les roban, asesinan al esposo y al pequeño y violan a la mujer. Luego del crimen, la esposa efervescente de revancha encuentra a uno de los delincuentes y lo mata, por lo que es llevada a prisión. Tras las rejas da a luz a la pequeña Yuki (producto de la violación) y muere poco luego del parto, no sin antes dejarle unas palabras a su hija: “Yuki… has nacido para la venganza. Pobre criatura… criatura del infierno”, le dice. Yuki no entiende lo que su madre dice (o tal vez ya cargaba la encomienda en su sangre de reptil), pero al menos las mujeres que atestiguaron el alumbramiento sí. La madre de Yuki mató a uno, mas faltaba el resto, y nuestra femme fatale debió heredar la responsabilidad siendo apenas una cría. El platillo estaba servido para una hermosa historia de venganza (ésas que tanto amamos). 

Yuki (interpretada por la hermosa Meiko Kaji) creció bajo la tutela de viejo un monje, debiendo soportar los más duros entrenamientos y envenenando su sangre de una ira tan grande que, sin embargo, yace oculta bajo un rostro bello y sereno, casi inexpresivo. 20 años después del infortunio, Lady Snowblood está lista para su vendetta. 


"¿Puede la nieve blanca manchada de sangre recuperar su pureza?", se pregunta una voz en el film, pero Yuki, cuyo nombre en japonés significa «nieve», lleva en el alma un estigma tan hondo... una bestia cuya sed sólo podrá ser saciada con sangre. 

No me atrevo a llamarle obra maestra, pero Lady Snowblood tiene secuencias hermosas que, incluso siendo violentas, emiten un halo de poesía. No osaré compararla con Kill Bill, pues aunque algunos acusen a Tarantino de copiarla, es preciso tomarlo como lo que es: un excelente homenaje a una película no menos valiosa.

Sayonara





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