Jazz, alcohol, mujeres y muchas balas
Por Jorge Le Brun
"Todo lo que se necesita una película es una
pistola y una dama"
- Jean-Luc Godard
Laurent Jullier desde su
pluma, nos explica sobre la relación historia de la música y el cine; en el trascurso
de la historia del séptimo arte, las bandas sonoras son cada vez más
importantes y su riqueza es un factor estético para una producción audiovisual.
De entre los géneros musicales más queridos, el jazz ha sido uno de los que
tienen mayor uso; ya sea un extraterrestre cabezón, un sicario o un tipo
marginado, el personaje del músico de jazz ha sido utilizado como arquetipo
básico del universo cultural americano. Los grandes músicos del género tocaban
en salas de proyección para musicalizar el cine mudo, además, no es casualidad
que este personaje tipo fuera el protagonista de The Jazz Singer (Alan Crosland, 1927), este trabajo interpretado
por un actor blanco pintado todo de negro a excepción de los labios (racismo
power) fue la primer película sonora.
El tema de aquella película no era casualidad, en grandes urbes y la comunidad negra el jazz era lo sexy, y la ciudad de New York lo puede testificar. En los años 20s, en la época de la prohibición del alcohol, Owney Madden, un poderoso gangster local, adquirió del boxeador Jack Johnson un club que este había abierto en el barrio de Harlem. Lo hacía, a través de sus abogados, desde su celda de Sing Sing y lo bautizó como Cotton Club. Nació así uno de los clubs nocturnos más míticos de la historia; celebridades, señores del crimen, artistas y políticos, todos deleitados con una nómina artística formada por cantantes, bailarines y músicos negros con exóticos shows en la pista frente al estrado. Con una clientela blanca, pues los negros (pese estar el club en Harlem) podían entrar solo como artistas; los negros iban para vivir, los blancos para divertirse.
El en ese entonces famoso productor Bob Evans (conocido por películas como Chinatown o El Padrino) se había hecho de los derechos de un libro que documentaba la historia de la música jazz y los míticos pasajes del Cotton Club; estaba recién independizado de la Paramount Pictures e imaginaba una especie de Vito Corleone en musical; el mismo quería dirigir la película. Un proyecto muy ambicioso y que ya tenía muchos gastos de por medio; Al Pacino y posteriormente Sylvester Stallone (gran cambio) habían renunciado a uno de los protagónicos que terminó en manos de Richard Gere. Es así, cuando ya está casi todo listo y los gastos son estrafalarios cuando Evans recuerda que no es un director de cine, y desesperado acude a al cineastas con quien mantuvo más tensa relación (lo despidió y recontrato como 3 veces durante el rodaje de El Padrino), Francis Ford Coppola y a Mario Puzo (escritor y guionista) para que hicieran un milagro. Coppola estaba igualmente desesperado por grandes problemas financieros de sus últimas películas (One from the Heart 1982, The Outsiders y Rumble Fish 1983) y su cruzada por hacer películas que quería lo tenían con poco trabajo con los señores de Hollywood; no fue difícil de convencer.
¿Cuál fue el resultado? Reconocimientos
de parte de la crítica, 2 nominaciones al premio Oscar, 1 nominación al premio
BAFTA, 2 a los Golden Globe Awards y un rotundo fracaso en taquilla que dejó a
Coppola casi acabado (pasaron muchos años para que llegara a recuperarse y
congraciarse nuevamente) y acabo totalmente con la reputación de Evans, no ha
podido recuperarse hasta el día de hoy de la irrelevancia en la que cayó
después de este ambicioso proyecto que también le dio muchos problemas
financieros y legales que duraron muchos años ¿Y la película? De los trabajos
menores de su director, es uno de los más deliciosos visual y auditivamente; una
ambientación que rinde cordial tributo al cine de los 20s, y un diseño artístico
que vale la pena ver.
El reparto de esta cinta es en realidad coral, hay bastantes personajes y se reparten la pantalla en tiempos similares, pero todos giran en torno a 2 relaciones, la de un par de hermanos blancos y un par de hermanos negros. La primera de estas empieza cuando un trompetista en el Cotton Club, Dixie Dwyer (Gere) salva la vida de Dutch Schultz (James Remar) un poderoso señor del crimen judío cuando un par de matones disfrazados de policías intentan matarlo; Dutch en agradecimiento le da un trabajo a Dwyer: cuidar de su novia, Vera Cicero (Diane Lane) y ser su chofer; la atracción entre la fémina y el trompetista se volverá pasional, y todo mientras el hermano de Dixie, Vincent Dwyer (interpretado por el sobrino del director, un joven Nicolas Kim Coppola, conocido al día de hoy como Nicolas Cage) consigue trabajar para Dutch y hacer una carrera en el bajo mundo de Manhattan. La segunda historia es de los hermanos Sandman y Clay Williams, dos bailarines afroamericanos, recientemente contratados en el Club y que batallan con un odioso supervisor racista, la marginación, y en el caso de Sandman (Gregory Hines) con el enamoramiento de una cantante mulata de nombre Lila (Lonette McKee) que se hace pasar por blanca para tener más posibilidades de convertirse en una estrella. El club funciona como un débil nexo entre las dos líneas argumentales.
El Cotton Club fue un lugar
en donde los grandes músicos como Fletcher Henderson, Duke Ellington, Count
Basie, Bessie Smith, Cab Calloway, The Nicholas Brothers, Ella Fitzgerald,
Louis Armstrong, Nat King Cole, Billie Holiday o Ethel Waters, dieron ritmo
alguna vez, "Celebrities Nights", a las cuales asistían de público
personas destacadas de la política y la cultura, como Jimmy Durante, George
Gershwin, Eddie Cantor, políticos como el alcalde Jimmy Walker, artistas como Charles
Chaplin, James Cagney, Gloria Swanson o mafiosos como Lucky Luciano y su mismo
dueño, Owney Madden; son los personajes son pintorescos y la cantidad de ellos lo
que produce tanto deleite al ver este trabajo. La interpretación de Gere como
el músico que termina convirtiéndose en actor de Hollywood es entretenida, pero
me resulta más interesante el papel de Diana Lane, que hace de Vera Cicero, una
sensual, ambiciosa, risueña y con sueños de actriz, en su look (el corte de
cabello) podría decirse que es la madre del personaje de Mia Wallace (Pulp Fiction 1994) pero también en el
trasfondo de sus personajes: la pareja de un señor del crimen que tiene que ser
cuidada por uno de los empleados del gangster y con una tensión sexual evidente,
salvo que aquí eclosiona.
James Remar interpretando al traficante Dutch, se convierte en un violento, posesivo, y agresivo criminal que piensa que es dueño de lo que pone en sus manos, incluso de las personas. Los hermanos Williams juegan sus cartas y tienen una buena escena final, también el papel de un joven Morfeo, Laurence Fishburne como el criminal negro Bumpy Rhodes se hace notar, aunque es la excéntrica pareja hecha por los socios y dueños del Cotton Club, Owney Madden (Bob Hoskins) y Frenchy Demange (interpretado por Herman Munster, alias Fred Gwynne) los que le dan más color aún más color a la cinta; el primero como un duro pero pragmático mafioso irlandés y mecenas del entretenimiento que ofrece a Dixie Dwyer la oportunidad de ser una estrella Hollywoodense y el segundo como un enorme, frío y bastante suspicaz compañero con poca tolerancia a los enemigos.
En cuanto a detalles de la puesta
en escena, la coreografía muy destacable (donde destacan los números de los hermanos
Williams) y claro está, la excelente banda sonora, cuyos arreglos y composiciones
fueron hechas por John Barry, en la que se combina swing, dixie, ragtime e
incluso blues, con algunos temas de Duke Ellington e Irving Mills, entre las
que son destacables Crazy Rhythm, Minnie The Moocher, The Mooche, entre otras melodías.
Y es gracias a estos elementos que Coppola se permite realizar el sello de la
casa, el montaje en paralelo; alternar equitativamente las secuencias musicales
con otras de violencia en donde los gangsters hacen cosas de gangsters. Película
que aun costando valorar al día de hoy, puede verse algo de su influencia
visual, en musicales o algunas películas de gánster contemporáneas.
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