Emperadores rellenos de poder
Por Jorge Le Brun
La saga de Star Wars es
perteneciente al género narrativo de las space opera que se distingue entre la
ciencia ficción tradicional (especulativa científicamente pero basada en
posibilidades) en que relata historias acerca de aventuras épicas o historias
romántica que en la mayor parte de los casos tienen lugar en el espacio en un
contexto tecnológico. Según dios Wikipedia “Los personajes suelen pertenecer al
arquetipo héroe-villano, y los argumentos típicos tratan sobre viajes
estelares, batallas heroicas, imperios galácticos, exhibiendo vistosos logros
tecnológicos”. Este género es un producto de las revistas pulp empezadas los
años 20s que son tomadas junto al contexto intergaláctico, al género western y
a las narraciones victorianas sobre aventuras en viajes a África como las
novelas de del personaje Allan
Quatermain. Es un género donde los viejos temas, géneros y dramas son vistos “a
través de las estrellas”; no trata de ser verosímil con la realidad de los
avances tecnológicos en la mayoría de los casos, en el caso de Star Wars es
solo una hazaña que llega a su momento más alto en su segunda película,
considerada por la crítica como la mejor de todas las que se han hecho.
El creador de este asunto,
George Lucas, solo pensaba en hacer una película cuando, naturalmente (también ayudo
este $) se dio cuenta que tenía todo un universo por crear y daba para mucho
más que una sola película ($$$). Después del éxito que tuvo con el primer episodio
de la franquicia, pensaba en hacer algo parecido al 007 y que diferentes
directores dieran su particular estilo y narrativa avanzada la cantidad de
filmes. Después y reunido con la guionista Leigh Brackett trabajaron en lo que
sería la secuela directa del ya mencionado trabajo anterior; para aquel
entonces, Lucas ya tenía decidido que estaba trabajando una trilogía en la
historia intermedia y que haría una trilogía precuela y una con lo que sucede después
(Disney wins!). Brackett fallece al terminar el primer borrador en 1978 y fue
el creador de Star Wars quien le daría un toque final, bueno, con ayuda de Lawrence
Kasdan; juntos colocaron dos detalles importantes que mencionaré más adelante.
Lucas se lanzó a la aventura
de ser su propio productor y es aquí donde entra en juego el director Irvin
Kershner que no tenía película reconocida hasta la fecha pero que en sus
palabras vio elementos de los mitos judíos en el guion con el que trabajó. Norman
Reynolds (en escenarios) y Stuart Freeborn (marionetas) fueron los artífices
del diseño. Se usó también el chroma, el stop motion junto a paisajes naturales
en Noruega.
La historia empieza tiempo después
de la primera, con el jovenazo Luke Skywalker (Mark Hamill) explorando el mundo
nevado del planeta Hoth y esperando la señal para empezar su entrenamiento como
jedi. Después de que el espíritu-holograma de su fallecido maestro Obi-Wan
Kenobi alias el Ben (Alec Guinness) le diera la señal, la base de los rebeldes es
atacada por el ejército imperial, que barre con todo oponente con su armada.
Han Solo (Harrison Ford), la princesa Leia (Carrie Fisher), el wookie Chewbacca
(Peter Mayhew) y el droides, C-3PO (Anthony Daniels) vuelan al espacio y buscan
la forma de escapar de los radares del imperio; el rubio Luke se va con el
adorable ($) R2-D2 en la búsqueda del último maestro jedi quien le enseñará los
caminos de la fuerza. Todos son perseguidos por Darth Vader (David Prowse y voz
de James Earl Jones) quien esta encomendado tras una charla con el emperador a
convertir a Lucas al lado oscuro y para eso tiene un secreto a revelar.
La mancuerna de Irvin
Kershner y del director de fotografía Peter Suschitzky (quien terminaría
trabajando en varias películas con David Cronenberg) fue la mejor de la primera
trilogía, donde el fuerte fue una mejor dirección de actores y un mejor juego
con el iluminado donde predomina la temperatura en blanco. La música (como en
todas las películas) es llevada de la mano de John Williams y su orquesta que
compone temas ya tan arraigados en la cultura pop como la “imperial march”.
Sin duda el personaje que se
lleva el filme es Darth Vader, considerado como uno de los villanos más
importantes hecho en las épicas hollywoodenses. Un asmático y gigantesco
cyborg, cruel hasta la medula y comandante militar de las fuerzas imperiales
que mata sin piedad con sus poderes telequinéticos a sus subordinados ante el
menor de los errores. Una de tantas escenas donde destaca esta característica es
cuando uno de sus oficiales va a disculparse ante él por el escape del halcón
milenario (nave espacial rebelde); Vader lo estrangula (como es habitual) y
cuando yace muerto en el suelo dice “Disculpa aceptada, Capitán Needa”. También
destacan por supuesto las interpretaciones de Harrison Ford como el temerario
Han Solo, quien tiene que llevar a lugar seguro a su tripulación, llevar más
lejos su tención sexual con la princesa Leia y lidiar con su amigo Lando
Calrissian (Billy Dee Williams), el único negro en la galaxia y personaje que
inspira poca confianza por su disposición a negociar con quien sea; y
finalmente la voz del maestro jedi Yoda (Frank Oz), inmortalizado como uno de
los maniquíes más famosos de la historia; y como el único ser viviente que
habla con la estructura del latín en distintos idiomas (dice las cosas al revés).
Las dos escenas a rescatar mencionadas
con anterioridad tienen a Darth Vader a cuadro. La primera es un comunicado holográfico
entre Vader y el emperador, interpretado originalmente por Clive Revill y que
tenía antepuesta la imagen de un chimpancé para darle un toque misterioso a su acento
neozelandés. La escena es importante porque definió parte del universo en donde
ocurría la historia; George Lucas pensaba en un principio construir el imperio
como una dinastía en la que ya habían pasado una fila de tiranos con una línea sanguínea
y al más puro estilo del comic de flash Gordon, pero conforme evolucionó su
idea sobre Vader, pensó que necesitaba un demonio que lo llevara primeramente
al “lado oscuro” (reverso tenebroso o como le quieran decir). El papel del
emperador y maestro de la oscuridad fue inmortalizado posteriormente por el
actor shakesperiano, Ian McDiarmid y conforme a Lucas le dio la fiebre de sus
reediciones (algunas buenas, muchas otras necias) fue borrándose de la escena
la primera versión del emperador.
El emperador. A la izquierda está la interpretación de 1980 de Clive Revill y a la derecha la reedición con Ian McDiarmind. |
La otra escena que quedó en
el guion final es una de las más inmortales de la cultura de masas. Darth Vader
tiene un duelo con espadas láser con el beatle Luke Skywalker; en una de las
escenas donde más destaca el mencionado trabajo de la fotografía, lleno de sombras
y reflejos rojizos y azules. Después de que el villano somete al héroe (raro en
la época) al cortarle la mano y este está en un vació agonizando, Vader lo
invita a unirse a él y juntos conquistar la galaxia, y finalmente le revela que
es su padre biológico. Luke se lanza al vació y deja todo a la fatalidad que en
este caso le sonríe. Toda la película hizo un camino por distintas peripecias y
tiene esta revelación como el fin de sus esperanzas. La historia termina con
esta revelación que demuestra el destino que inevitablemente enfrentará; al
padre que inevitablemente enfrentará; navidad para Freud.
La película dejó muy alto el
estandarte para su sucesora, que para muchos no llegó al mismo nivel. El viaje
por lugares de invierno perpetuo, pantanos místicos, asteroides con gusanos
gigantes, ciudades suspendidas en las nubes y el espacio sideral a velocidad
luz están en el colectivo de la fanaticada de una de las franquicias cinematográficas
más importantes. La segunda parte lleva tras de sí el tono trágico de la
historia, donde se pone en evidencia que no hay decisiones para tomar; es la
gran tragedia del cine de su género.
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