Farsa sexual con agentes de la CIA
Por Jorge Le Brun
El cine pareciera ser cosa
de hermanos; la patente de lo dicho la tienen por supuesto Auguste y Louis
Lumière; ha habido familias con descendientes o hermanos cineastas pero es de
notar que como los creadores del cinematógrafo, algunos decidieron estar detrás
de cámara como un ser bicéfalo. De entre los destacables están los Taviani (Cesare deve morire 2012) y los Dardenne
(Rosetta 1999), entre los reconocidos
estan los Wachowski (Cloud Atlas 2012) y los Russo (Captain America: The Winter Soldier 2012 y Civil War 2016), entre los infames están los Wayans (Scary Movie 2000); hay más hermandades,
pero al día de hoy el trabajo más notable sigue siendo el de los Coen.
Comedias, cine negro o
comedias negras; aunque es común que Joel aparezca como director e Ethan como
productor, lo cierto es que ambos colaboran en la escritura, producción y
dirección. Su cine suele caracterizarse por reflejar el “carácter” de la región
de los hechos, personajes con rasgos notorios (hasta los que no juegan ningún
papel importante); violencia, fuerzas imparables y la avaricia también son temas
recurrentes. Ya que su nueva película es una comedia (Hail, Caesar! 2016), es apropiado que hable aquí de Burn after Reading (2008), una
capirotada de géneros y radiografía de animales comunes de la alta burguesía
norteamericana con sabor a “thriller de espías”.
Los hermanos ya habían
empezado a escribir el guion simultáneamente al de No country for old men (2007); se trata de su primer guion original
desde 2001. Ya tenían personajes pensados para George Clooney, Brad Pitt, John
Malkovich y su actriz fetiche, Frances McDormand; la fotografía corrió a manos
del ya entonces bien reconocido Emmanuel Lubezki, quien de forma más discreta
hizo otro gran trabajo, aunque sin oportunidad de lucirse dada la naturaleza de
la obra. Película que como
dijo un crítico "Es, sencillamente, una deliciosa y perfectamente
engrasada comedia idiota. Que no para idiotas” pues se trata de un reparto
coral cargado de personajes caricaturescos.
La apuesta empieza con
Osborne Cox (Malkovich), un analista de bajo nivel en la CIA recientemente
despedido por sus problemas de alcoholismo; regresa a su casa en Georgetown
para entregarse a la redacción de sus memorias – en la espera de crear un éxito
- y por supuesto, a la bebida. Su estirada esposa (Tilda Swinton) no toma bien
la noticia y por consejo de su abogado verifica todas las cuentas bancarias de
su marido y hace una copia que guarda en un CD. El problema empieza cuando en
el CD colocó accidentalmente las memorias escritas por Osborne (una perorata
sin sentido más laberíntica que la casa de Asterión). El disco se pierde y
llega a manos de Linda (McDormand) y
Chad (Pitt), dos empleados de Hardbodies Fitness Centers (un gimnasio), que
piensan que lo que encuentran es “una mina de oro” y exigen una recompensa para
lo que están convencidos que son “datos sensibles de las altas esferas del
gobierno”. Todo esto ocurre mientras Harry Pfarrer (Clooney) un agente federal
casado, está teniendo múltiples infidelidades y por casualidad una de ellas es
con la esposa de Osborne y la otra con Linda. Los acontecimientos se precipitan
en una serie de hilarantes catástrofes con irreverentes resultados; la misma CIA
intente seguir la pista a lo que sucede y queda enredada.
Los personajes resultan
extraños pero verosímiles; tipos “normales” en cosas rutinarias. Entre las interpretaciones
(un fuerte en el cine de los Coen) Swinton tiene la primer mención por su papel
como Katie, la esposa del ex-analista de la CIA; una fría, arrogante y abusiva mujer
que solo estaba esperando los desvaríos de su marido para divorciarse mientras
mantenía una relación infiel con Harry. La interpretación de Malkovich como
Osborne es la de un energúmeno, alcohólico, castrado por su esposa y con
grandes delirios sobre la importancia de su trabajo. Linda y Chad son un par de
idiotas sin igual: el personaje de Frances McDormand es una mujer incapaz de
concentrar en una sola cosa que no sea pagarse sus cirugías plásticas y dejar
de ser una señora de la mediana edad; ni siquiera se da cuenta que su jefe (interpretado
por Richard Jenkins) está enamorado de ella y le perdona que ni del trabajo se
responsabilice y el personaje de Pitt es un idiota sin remedio con una gran
sonrisa. George Clooney, David Rasche (como el superior de Osborne
Cox, Palmer Smith) y demás pintorescos personajes son crédulos hasta la medula
y con creciente paranoia; quizá solo la embajada rusa tiene sentido común al
entender que la explicación más simple suele ser la correcta.
Carter Burwell es el
encargado de la banda sonora, una menos silenciosa de lo habitual en la
filmografía de los hermanos cineastas. El ritmo de la historia empieza pausado
(muchos dirán insoportable en los primeros 30 minutos) pero termina de forma frenética
donde nadie queda bien parado en ese ambicioso reparto. Burn after reading es una comedia inusual para el cine comercial pero
con el sello identificable de los Coen; una película con cuya música muestra un
thriller policíaco pero en su conjunto intenta reírse del género.
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